lunes, 17 de febrero de 2014

Se Buscan Lectores

Hay varias cosas importantes, la primera: esto no es importante. La segunda: luchar para que esto llegue a manos ociosas y no a gente ocupada en señalamientos sobre y para. Se buscan lectores, básicamente. El Desocupado Lector, ese ser ocioso de Cervantes que para Baudelaire no era más que un Hipócrita, del que Barth (como bien me lo hizo saber Alberto Sánchez Galeano) decía era un obstinado hijueputa, lector que Cruz kronfly quiere convertir en agónico, antes que un trabajador como decía Zuleta o un ser abierto al goce como dice Manguel. En fin, cada quien es lo que quiere ser. ¿Han escuchado eso de los derechos del lector?, bueno, están en todo su derecho de No Leer nada de lo que aquí mencionaré. Deténganse antes de que sea tarde porque cuando nos recomiendan un libro este queda destinado al olvido. Es una ley del universo. Esto no es una recomendación, sólo escribo, ustedes leen. No intenten buscar ninguno de los escritores que mencionaré, ni dar clic en los enlaces que encontrarán, ni ir a las librerías a comprar uno u otro. 

Cuando Umberto Eco escribió ese libro Signo ¿qué quería decir?, mostrar la función y desarrollo de eso que llamamos "signo", o jugar con nosotros sobre los modos de interpretación de este. Lo pregunto por las cosas que encontramos hoy y definitivamente debemos saber de qué manera interpretar, por lo menos en el escenario comercial. No está mal abogar por un poco de inversión en el tema editorial, si no en modos de publicación sí en formas de promoción y acercamiento, acceso a sus clientes, los lectores. En Colombia se escribe mucho, eso lo dice Luz Mary Giraldo, y no hay que ser un académico para notarlo. Los números de novelas, cuentos y poemas que se presentan a los concursos literarios son enormes, y van en aumento. Cada vez que se abre convocatoria a algún concurso literario, y vaya que hay muchos concursos, rebosa el número de inéditos esperando su turno de ser galardonado. Tan así, que probablemente no sea difícil decir que entre nuestros conocidos haya alguien que ha ganado uno; un amigo, un profesor, un familiar, o (abstracción máxima) el amigo de un amigo. Que se escriba mucho no quiere decir que se escriba bien; no todo es  tan bueno, pero definitivamente no todo es tan malo.  Ahora tenemos este signo tan inmenso como el número de cuentos presentados al Concurso Nacional de Cuento del Ministerio de Cultura y RCN: 29.496 (global).    

Podría equivocarme en lo que viene primero y después.

¿Qué está sucediendo con la literatura colombiana?, cuando escuchas que Juan Álvarez es invitado a la Feria del Libro de Guadalajara como un escritor con proyección, siendo aún joven (el tiempo nos afecta a todos), junto con otros, claro, pero a él, al colombiano, tenemos algo. Luego en la revista Granta Andrés Felipe Solano es nombrado uno de los mejores escritores en español. No es para inflar el pecho, pero sí para prestar atención. Entonces tenemos a la Revista Arcadia nombrando a  Los Estratos, novela de Juan Cárdenas, como una de las mejores del 2013. Los adjetivos podemos dejarlos de lado, lo que nos importa es la relevancia que están teniendo los escritores colombianos. Andrés Arias, es otro que ha llamado la atención con su novela "Tú que Deliras". Al lado de estos escritores hay otros, no menores, pero que dejan sus textos libres en internet, Fabian Buelvas, Juan G. Sánchez, Javier Moreno, todos ellos con buena calidad. Sumemos los blogs (como el de los antes citados) que pueden darnos otras ventanas a la ficción o la poesía como la de Daniela Prado, poeta caleña (¿han leído Los Detectives Salvajes?, ella es como Cesárea Tinajero, sólo que no está perdida, no todavía). Y así muchos, Ana Colombia, Isabel Estrada,  (quién colabora con los muchachos de La Silla Renca, editorial independiente en Popayán), Leonardo Torres en el blog Taja Lapiz, toda la gente que a nivel local (Cali) ha pasado por la fundación Plenilunio, que imagino debe tener su referente en cada ciudad de Colombia. Hasta este mismo blog sin suerte lo intenta. Así que la esfera crece, la burbuja es innegable. ¿Qué sucede con la literatura colombiana?, nada, o mejor dicho, busca lectores. Antonio García Ángel, quien tuvo como tutor a Vargas llosa. Andrés Burgos. Estoy tratando de recordar nombres. 

Incentivar la lectura es algo que se hace confuso. Los programas optan generalmente por dos caminos, se aboga por la lectura como algo de buena costumbre, que ayuda hacer mejores personas, que nos despierta y nos levanta. Sin duda leer nos cambia, pero no se puede moralizar ese cambio. ¡Una moral dentro del arte es horrorosa! El segundo camino es abogar por la lectura pero de las obras cumbres, de lo mejor de lo mejor, obras que exaltan el espíritu y abren la imaginación, obras que nos llevan a otros mundos. Sin duda, pero es como recibir la peor educación tradicional y conservadora del mundo. Literatura es libertad. Si hay obstinación en el Lector de Barth, lo que hay en el escritor es terquedad. ¿De qué viven los escritores?, no lo sabemos, que encontremos obras en internet gratis dice que no de sus libros. Ver tantos escritores (sin duda no los nombro a todos, faltan ¡faltan!) y ver un mercado rancio de Faciolinces, García Márquez y compañía da lastima. ¿Dónde encontrarnos con la literatura? Internet parece un camino. Sin embargo ante los esfuerzos debemos decir que esto sin dinero no camina. Juan G. Sánchez busco ayuda para financiar su libro, lo autofinanció, se puede decir. Juan Álvarez probablemente de no ganar el concurso de cuento no hubiera llamado la atención de las editoriales, algo parecido de lo que sucedió con Medina Reyes. No tienen que ser grandes editoriales, con las que tenemos son suficientes. Meterle mano a la promoción y acercamiento, arriesgarnos a publicar, arriesgarnos a leer. Tener la posibilidad de encontrar los libros, así sea en las ciudades principales, por ejemplo, Juan Cárdenas por ahora sólo se consigue en Bogotá. 

Es importante acercarnos a la literatura, hacer de nuevo memoria sobre las formas de esta en la narrativa nacional. Hacer crítica seria, la que dicen seria. También alguna que otra no seria (como esta). No necesitamos más tesis en las bibliotecas sobre nuestra literatura. La necesitamos mezclada en nuestra manera de pensar, en nuestra percepción del mundo. Hablar de literatura y proveer las posibilidades de encontrarse con ella, nada más para que esté allí esperando un lector. No un estudio profundo, que sirven, claro, pero no para lo que interesa; encontrar lectores. Hablar de esto, de esto, y de esto, para que despertemos. Algo está sucediendo con nuestros escritores y vale la pena verlo. No dejarlo pasar, acercarse y ver de cerca, de lejos, en perspectiva, como un panorama. Un panorama a un panorama, seguro un estudio a estos libros y escritores existe. Pero los textos académicos le aburren a mi madre, ella prefiere la historia dentro de Los Hermanos Cuervo. Mi hermano la única interpretación que hizo de Barranquilla 2132 fue que le gustó mucho, y bueno, lo demás, que es lo que todos esperan porque parece muy importante; el análisis, vendrá después o no. ¡Qué importa! La literatura requiere de ocio, y el ocioso vive perdido en sus caminos, en la distracción y la contemplación, y a veces eso es lo que importa.

   

martes, 4 de febrero de 2014

Una lista de escritores que hago mentalmente mientras escribo esto

El humo del cigarrillo danza hasta desvanecerse, girando, elevándose por encima de nuestras cabezas. Guardo silencio mientras todos conversan; sueltan un chiste y ríen. Apenas si dibujo una sonrisa. Me levanto de en medio de la mesa, habrán unas veinticinco personas, todos escritores y artistas, yo no, vine porque encontré un tuit que me invitaba. Soy el nuevo entre un montón de gente con historias en común sobre viajes a Europa y por Sur América. No he viajado mucho. Bebo la cerveza parado en la acera. Un tipo está tirado en el andén, su rostro está ensangrentado y un par de auxiliares de policía tratan de ayudarlo. Llaman una ambulancia pero no llega. La cerveza está fría. No vuelvo a la mesa, me quedo viéndola de lejos. Tengo una sensación extraña en el estómago. Doy una calda al cigarrillo, tomo camino calle arriba, no me despido. Una mujer joven más adelante me sonríe, la miro fijamente hasta que se siente incómoda, sonrío. La noche es cálida, como suelen serlo en esta ciudad, no es novedad, lo que sí es novedad es el silencio que la acompaña. Camino sin dirigirme a ningún sitio. No pienso en algo como un lugar al cual ir, pero sí que tengo que terminar en cualquier parte. Voy susurrando los nombres de escritores como si repasara una lista de algún evento importante. Los invoco en mitad de la noche con el sabor mezclado de la cerveza y el cigarrillo. Entre ellos cuelo el mío, lo pongo delante, atrás, en medio, casi al final... lo dejo discreto en algún lugar, camuflado entre otros nombres o avatares. Atiendo al camino, dejó de lado mi pensamiento; soñar es algo bastante sofisticado para alguien que camina sin rumbo.

Un tipo a unos diez metros delante de mí en una esquina me hace señas. Siento como si recibiera la inyección de algo frío por todo mi cuerpo, luego una sensación incomoda en el pecho. Comencé a sudar. Pensé que aquel tipo me atacaría para robarme, pero al acercarme, fingiendo que no tenía temor, me di cuenta que trataba de venderme drogas. ¿Qué estás buscando, viejo?, me dijo. Nada, le conteste. Tengo lo que necesitas -me dijo- ¿qué estás buscando?, me pregunto de nuevo. Me detuve un segundo, saque otro cigarrillo, mientras lo encendía le dije que la noche estaba muy callada y solitaria. Hizo un gesto de vendedor en mala racha. Viejo, pensé que era el único que lo notaba, estoy asustado; no he vendido nada. Sonreí. El tipo me pidió un cigarrillo, luego me insulto y me dijo que me fuera de por ahí. Seguí caminando. En realidad me sentía bien, aquella inyección ahora se sentía bien, me reconfortaba y me pareció escuchar en alguna parte el estallido de una galaxia; amigo, esto es la vida. Camine hasta encontrarme con un bar ruidoso en el que tocaban rock. Un montón de jóvenes de cabello largo bebían cerveza sentado en los andenes. Entré al bar pero estaba muy lleno. Pedí una cerveza y la bebí allí mismo, parado, viendo cómo se comportaba la gente, sonriendo. Luego salí y continué caminando. Cuando un padre muere se supone que debe dejar algo a sus hijos, su herencia, el fruto de una vida de trabajo. Eso escuche durante mi infancia en las reuniones bíblicas. Hay poco tráfico y cruzo la avenida. Herede deudas, con ellas, las llamadas presionando el pago por parte de los bancos. No hay nada que podamos hacer, ellos lo saben, nosotros lo sabemos, pero aun así no cesan las llamadas, preguntan por mi madre o por mí. La palabra que más repiten es “embrago”, ya deje de darle la importancia que tenía antes. Tengo sed.

Cuando era niño me quedaba frente a la televisión viendo dibujos animados, hacia listas en mi mente; Hugo, Los Motoratones de Marte, Las Tortugas Ninja, Los ThunderCats, Los Super Amigos, Los Super Campeones, Power Ranger. Eventualmente la lista cambiaba, crecía o se achicaba dependiendo la preferencia del momento. Imaginaba sentado frente a la televisión, muy cerca; esa es la razón de mi miopía, según me lo ha recriminado mi madre todo este tiempo. También he hecho listas de video juegos, las comencé cuando llegó a casa el Family, y luego el Super Nintendo; Super Mario Bros I, II, III, Super Mario World, Super Metroid Fusion, MegaMan I, II, III, IV, X, Mortal Kombat, II, III, Kirby Super Star, The Legend of Zelda, A Link to de Past. La lista fue creciendo conmigo, junto con la llegada de otras consolas. Y esto es abrumador, tanto tiempo enfrente de lo que sea mediando entre la contemplación y el ocio. Contengo el aire un momento. Siento que mis pies se están agotando, me arden. Me incomodan los zapatos, suelto el aire y levanto la vista al cielo nocturno con sus estrellas tan brillantes y tan significativas en otro tiempo. No sé nada de ellas. Es extraño lo silencioso que está todo y lo vacío. Veo extenderse la calle adelante con algo de niebla que la opaca, o tal vez sean mis lentes empañados por la humedad. 

Quiero seguir adelante pero giro a la izquierda. En la esquina hay un cartel de un tipo que se lanza al Congreso, es propaganda vieja, por lo menos de unos cuatro o cinco años. Las mujeres que han estado conmigo también han pertenecido a una lista que digité en mi ipod, y que luego borre por precaución cuando tuve una novia muy celosa, sin olvidarla aun la sigo repasando mentalmente.  No sé por qué acostumbro a hacer ese tipo de cosas. La semana pasada mamá contesto su celular y comenzó a fingir un acento del campo, decía que era mi empleada y que no sabía cuándo volvía, decía que ella era la señora del aseo y que no sabía nada de mi paradero. Mientras hablaba fuerte y con ese acento raro como entre boyaco y caucano yo estaba en la otra habitación riéndome a carcajadas por lo que hacía. Doña Olga, le grite luego, nombre que había usado con una cobradora que me buscaba, doña Olga un tintico, por favor, le decía y no podía parar de reír. Ella también comenzó a reír luego de colgar. Nos reímos juntos un buen rato. Luego nos sentamos en la cama en silencio. Le conté sobre las historias que estaba escribiendo en el taller de escritura creativa, ella fue por un tinto y luego me escucho largo rato, con su mirada atenta, sin pronunciar palabra. Creo a decir verdad que nos sentamos en la cocina. Veo una pareja que viene de frente. Los veo cansados y con sus trajes sudados, sonriente abrazados, probablemente habrán bailado toda la noche. ¿Qué hora es? ¿Cuánto he caminado?  
  
El último libro que compre lo tengo sobre la mesa sin leer, no querido abrirlo, no tengo aun el tiempo para dedicarle. El trabajo me está quitando mucho tiempo. No sé cómo organizarme, en algún momento sé que todo mi tiempo estará dedicado a la escritura, o eso creo. Estaré alejado y tranquilo escribiendo y escribiendo, leyendo y compartiendo literatura. Haciendo de esto algo muy real; no otros mundos, no universos distintos; este, el mismo, y único convertido en una noche de buenos libros y música. Esa fantasía de ser feliz sentado a la mesa escribiendo, esa imagen nostálgica que la verdad no sé de dónde viene, si de los malos documentales o las añoranzas de los poetas, esto brilla de irrealidad. A casa llegó hace poco una máquina de escribir Hermes Baby 1940s, es la favorita de Steinbeck pero no he leído mucho a Steinbeck y eso poco me importa, pero en internet encontré una fotografía de Burroughs junto a una de esas y entonces me ha parecido genial aquella anacrónica novedad. Me he sentado a improvisar con ella, usando hojas usadas. Soy Gillespie, y Parker juntos sobre el escenario, improvisando, escribiendo, haciendo música con su tac tac tac tac tac adictivo. Escribo que estoy en un bar desecho de la calle 10 en el centro de Cali, bebiendo una cerveza tibia a las cuatro de la tarde de cualquier día. Hay un hombre en otra mesa con una mujer robusta y mal trajeada. Se ven felices, y el cantinero sirve algunas copas de ron mientras el sudor gotea desde su barba a una de ellas. Veo hacia afuera, las personas suben y bajan frente a la calle con el pudor de ver hacia adentro. Tengo un revolver al cinto, me dicen El Sherif y soy quien acaba con la plaga que viene del barrio Sucre. Ayer mataron a mi mejor amigo. Sé quién lo hizo,  espero para matarlo, viene aquí siempre, sólo debo esperar. Este es el único camino que tengo, y lo único que sé hacer.



Luna Miguel Antonio J. Rodriguez Andrés Felipe Solano Juan Cárdenas Javier Moreno Tao Lin Ben Brooks Ricardo Limassol Jacob Steinberg Ana Carrete Jordan Castro Enerto Castro Alberto Sánchez Galeano Mira Gonzalez Fabian Buelvas Juan G. Sánchez Daniela Prado Jarett Kobek Richard Cheim Juan Alvarez Andrés Arias Dorothea Lasky Marie Calloway Megan Boyle Tristan Landeros Natalia Litvinova Power Paola Andrés Neuman Junot Diaz ....

lunes, 3 de febrero de 2014

Diarios de Nada, Juan Guillermo Sánchez



Los relatos perdidos en la cotidianidad del libro Diarios de Nada bien podrían ser todos una misma y sola historia, que a diferencia de lo que intenta decirnos: Esto son relatos que van hacia ningún lado, en realidad se dirigen hacia esos momentos tediosos o aburridos en donde las decisiones triviales son pan del día a día. ¿Es Diarios de Nada una absoluta huida hacia el vacío? Probablemente no, pero es el fragmento de realidad que tratamos de olvidar por no llevarnos a ningún lado. Y precisamente ese ningún lado tiene una dirección precisa; la intensidad y exploración narrativa.

Juan Guillermo Sánchez es un escritor colombiano, que contra toda dificultad emprendió una campaña para financiar el libro, en el que creyó desde el principio. Había participado en el Concurso de Cuento Ciudad de Bogotá en 2007, no ganó, pero no dejó allí la posibilidad de ver materializado sus histéricas y tediosas historias (cualquier adjetivo que pudiera valerse de un significado negativo aquí adquiere otro sentido). También contra todo pronóstico Juan G. Sánchez me sorprendió con un regalo en día de reyes, una copia de su libro autografiado. Espero hacer honor a ese obsequio.
  

Los 16 relatos que integran Diarios de Nada no tratan de ocultarnos nada, refieren hechos cotidianos, sentimientos a los que se tiene fácil empatía. No hay adornos, ni grandilocuencias, tampoco está clara una elaborada técnica narrativa. Dentro del libro notaremos diferentes formas de llevar la historia. Tenemos, por ejemplo, Fuga Big-Bang en una histérica y peculiar narración que se desarrolla en primera persona y con tintes metanarrativos que te saca una sonrisa. Historias que parecen ir de para atrás como Loto Punk. Historias de borracheras, salidas nocturnas, relaciones de pareja; catarsis del novel escritor tratando de dar vida a sus historias.

El libro ha jugado con un elemento que lo hace dinámico. Integra bajo el título de cada relato un paratexto que te llevará a una página web, en la que podrás leer un poco más sobre este o el escritor. Este paratexto es muy interesante en términos de conectividad. En su versión física o digital podemos acceder a contenido distinto, que amplían o generan grupos de lectores. Esto también amplía la propia proyección de la idea de libro tan en debate hoy. Estos paratextos son fácilmente leídos por un teléfono celular o en la versión digital (que encontramos gratisen internet) a un clic.

Al leerlo notamos una voluntad desenfrenada que nos quiere llevar al caos, una escritura que quiere Ser. Allí lo valioso de esta propuesta. Tenemos historias cotidianas bajo todas estas pinceladas de un escritor joven, con todos los errores que implica la escritura, pero también con toda la fuerza por vencerlos. En nuestras manos tenemos un panorama sobre la vida en crudo, escrito con terquedad.

Juan Guillermo Sánchez es autor también de la novela Balda Track, recientemente fue lanzada. Desde Canadá tenemos esta historia que está impregnada de música por todos lados. Se cuela entre el amor, la vida académica, la vida laboral y los bares. Jugando un poco con la forma del libro o con la idea de novela Juan G. Sánchez nos da opciones de lectura, cualquiera a decir verdad, mientras nos da links y posibilidades de saltar a canciones que proponen ser la banda sonara de cada capítulo. De nuevo un elemento de conectividad que intenta unir esos aparentes enemigos lo físico y lo digital. Con lo que tenemos no una novedosa idea, sino una forma distinta de leer. Ante lo que, como sabemos, Steiner se aterraría.


De Juan Guillermo Sánchez tuve noticia gracias a una columna en ElEspectador.com, junto con otros escritores colombianos y que han dejado su obra libre en la internet como Fabián Buelvas, un escritor con influencias cortazianas en su escritura, o Javier Moreno, en una escritura que raya con situaciones absurdas.