martes, 16 de septiembre de 2014

El sótano del Cielo, Saúl Álvarez Lara



“El Sótano del Cielo”, el libro de relatos de Saúl Álvarez Lara, fue editado por el fondo editorial de la EAFIT (2003), bajo la categoría de ficción “Antorcha y Daga”. El libro cuenta con nueve relatos. Todos estos relatos tienen algo en común, son relatos que se construyen en forma de enigma, cada relato se narra así mismo, no como un juego metaficcional a la manera en que encontramos otros relatos en su blog lamarginalia.com. son, para decirlo, la mano que se dibuja a sí misma. Hay una búsqueda y exploración bajo esta forma, en la que difiere el relato “El periódico De Un Día”, que suena más a un relato policial. Hay muchos antecedentes que han jugado con esta forma extraña de narrar y de hacer que el relato se cierre en sí mismo, un gran escritor en este estilo es Borges (La ruinas circulares). Pero en Italo Calvino también encontramos rastros de esta forma, por ejemplo en Las Ciudades Invisibles se juega constantemente con este tipo de argumentos que se cierran sobre sí.  Hasta algunos cuentos de Ray Brandury se proponen de esta forma. Se resume muy bien el libro en una frase de Vladimir Maiakovski al principio del mismo: Me ocurrieron cosas. O, yo les ocurrí a ellas.

Saúl Álvarez Lara es también autor de el libro de cuentos "Recuentos", "Teatro Leve". Las novelas "La silla del otro" y ¡Otra Vez!. Es además también editor de la revista Ficciones que cuenta con la participación de Darío Ruiz Gómez y Fernando cruz Kronfly, ambos escritores colombianos han publicado obras de importancia para le país como Hojas en el Patio y Las Cenizas del libertador. 

Un recuento del libro El Sótano en el Cielo:

Llegó: Un hombre llega a un hotel, nos cuenta que le gusta viajar por el mundo para descubrir aromas y sabores. Mientras espera la habitación habla con el recepcionista. Este, el recepcionista, le cuenta la historia de un titiritero que al igual que él espera la habitación. En seguida se cede la voz, que pasa de la primera persona del protagonista, a la voz del recepcionista a la voz del titiritero que es mencionada de forma indirecta y directa por el recepcionista. El titiritero hace un viaje mental a través de las aromas durante diferentes periodos de su vida, llega hasta “una cuna cubierta con un tul transparente”. Pero no sólo eso, también hay un olor a pólvora que crea incertidumbre sobre la muerte de su padre. La narración constantemente juega en ir y venir en los diferentes niveles de la narración, el narrador del principio, el recepcionista y el titiritero. Hay simetría y paralelismo en la historia del hombre que espera y el titiritero que se descubre al final  como el mismo ser que narra y es narrado.

La pesadilla: En este relato también se intenta llegar a una narración en tres niveles, asistimos a la narración de una narración de una narración, un loop infinito. El juego metaficcional es divertido y mucho más preciso en los niveles narrativos. El argumento se repite tres veces, un editor literario trabaja en un relato en el que un hombre comienza a sufrir de claustrofobia a los ascensores a raíz de una pesadilla. Siente, cada vez que entra a uno, que morirá aplastado por este, pero en el momento ultimo despierta de la pesadilla. Pero la narración se va confundiendo con sus vivencias personales. Los tres personajes que viven lo mismo son Luis,  Alberto y Juan. Ante la evidencia de correlación entre los textos la lógica dice que leamos a ver que dice el final, en que termina esto, y allí la sorpresa.

Estatua: “Soy una obra de arte, estoy en la calle y no me muevo”, así comienza este relato en el que un hombre, que hace de estatua en los parques y plazas pidiendo monedas, nos cuenta su vida. Es una narración en primera persona. Un día, mientras se organiza para volver a casa alguien lo llama, y le dice: “Desde cuando lo vi el primer día, cuando hizo el papel del autor de cartas, quise escribir un cuento sobre usted. Aquí está, léalo. No, no me diga nada, si le gusta monte un número con él”. 

No hay muerto malo: Nos cuenta lo que hace la propietaria por tener lleno su restaurante. Está narrado en tercera persona, aparece de manera lineal, no hay juego metaficcional. Pero sí hay un camino muy medido, por parte del autor, hasta lograr un climax de sorpresa al final. Al modo de que lo explica Piglia, aquí se cuentan dos historias, pero sólo de una tenemos la evidencia.

El Periódico de un día: está dividido en tres partes, cada una narrada desde un punto de vista distinto.  La primera parte está narrada en tercera persona, pero está focalizada la historia desde Mora. Este busca en los periódicos de su vecino, tomándolo sin permiso, los clasificados. Necesita un empleo, y usa esa excusa para explicarse. Sin embargo se da cuenta de algo, cada día el periódico que llega a su puerta es el mismo. La segunda parte de la historia está narrada en primera persona. Es narrada por el vecino de Mora, a quien este le robaba los periódicos. A saber, el cuerpo de Mora es encontrado muerto en su apartamento, se presume suicidio, pero no hay claridad. El discurso del vecino de Mora discurre del interrogatorio del investigador. La tercera parte es narrada por el investigador, quien nos dejará al final con una revelación que aunque aclara el misterio inicial, deja más preguntas que respuestas. Un final abierto, un relato entretenido y con niveles de suspenso buenos en algunos fragmentos.

Diario de un desvelo: Un narrado en primera persona, un hombre, nos cuenta que sufre de un insomnio terrible. Vaga por la casa, cada vez que va al cuarto ve como su mujer duerme plácidamente, le ve sonreír repetidamente mientras él sufre. La mujer despierta. Ya imaginaran que sucede. Sí, eso. Por eso este relato no es tan bueno.

¡Ojo, cámara, acción!: Un hombre mayor, que no tiene una buena visión, de repente parece adquirir una supervisión. Puede enfocar a voluntad, igual que las cámaras de televisión (a la que es un aficionado total). Fantasea con ser un superhéroe.  Bedoya, como se llama el hombre, al final despierta. Ah.

El Arte del clasificador: La clasificación de todo lo que se pueda. Categorizar el mundo si es posible. Ese es el deseo de León. Este relato recuerda aquel otro, mucho más corto, de unos cartógrafos que quisieron cartografiar el mundo tal cual el mundo es. Sólo que aquí se trata de clasificar objetos, cosas, persona (tal vez), cualquier cosa. Y llenar libros con aquellos datos, aun hacer una clasificación sobre los libros que proveen una clasificación de los objetos.


El sótano del cielo: este es el relato que da nombre al libro. Es un relato en primera persona. En este, una persona llega a habitar un sótano. Hay una historia que el protagonista no comprende y que va de un aniversario de una fiesta. Todos lo tratan con confianza aunque él nunca ha visto a ninguno de ellos. Y dónde queda el sótano: “- Porque estamos en buenos Aires, respondió César, pero no en el buenos Aires que todos conocen, creen conocer, se imaginan o quisieran haber estado alguna vez. No, ése ¡no! Éste es el buenos Aires que llamaron así porque queda ¡más arriba del cielo!, dijo exagerando”. Es un relato entrañable, que al finalizar deja un sabor agridulce en la boca, eso es bueno.   

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