sábado, 11 de junio de 2016

I



En verdad no sé cómo llegué hasta aquí. Tengo el buzo roto y los pantalones desabrochados. Aún tengo la billetera. Recuerdo que era la tarde y El Rata estaba sentado junto a la estatua del centro de la plaza. Bebía y hablaba de literatura con López. Eran punketos que reían por todo y caminaban deprisa por todas partes como si estuvieran embalados. Seguro lo estaban. También lo estaba yo, les di la mano, saludé al Flaco y a Escobar que estaban sentados en una banca cercana. La chica, la nueva, Mariana. Esa. Está en toples tirada en la cama. Qué fastidio el dolor de cabeza. Voy al baño y me quedo frente al espejo y tomo una foto para instagram. Postnoche: cocaína, marihuana y sexo. Aunque lo del sexo no lo recuerdo. Siento ganas de meterme bajo la ducha pero no lo hago. Me quedo recostado en la pared. En la tarde con los punketos, maricas esos, ¿dónde estarán?... hice lo que no hacía en años. Vuelvo a la cama. Cubro el cuerpo de Mariana con la sábana y me quedo recostado sintiendo ganas de dormir pero sin conseguirlo. Mi cuerpo permanece despierto y alerta pero no siente la energía para moverse. También tiene la ilusión de que estando allí hace muchas cosas como que se levanta, va al baño, orina de nuevo, luego come algo y bebe mucha agua. Un río de agua que se desborda por la boca y moja los pies. Ahí los muevo. En el charco imaginario en mi cabeza y sonrío. La cama es dura y la habitación no me parece familiar. Qué calor hace. Mi cuerpo suda. El cuerpo de Marianna también, moja la sábana. Sus tetas no cabían en mis manos anoche. Bebí cerveza de ellas. Ese es el hedor que viene del suelo. La cerveza regada y ahora seca. Quizá debería levantarme e irme. Anoche López me preguntó a quién preferiría chuparle la polla, a Borges o a Becket. A Borges pensé, pero seguro no se le pararía, así que dije Becket. Todo lo absurdo es marica, dijo López y yo me reí no sé por qué si no me hizo gracia porque sentía que se burlaba de mí. Dijo que él no era tan marica como para chuparle la polla a ninguno de esos hijueputas, pero que sin duda le prestaba a su novia. El Rata se río y Mariana le dio un golpe en la cabeza. Se reía el muy hijueputa. Mira que vender a su novia. Bebimos. El Rata parecerá idiota, pero anoche estaba inspirado. Hablaba con versos de Gonzalo Arango. Pero nadie fue tan inteligente para decirle a qué poemas pertenecía cada una de sus palabras. Él también era poeta, aunque no nadaísta. Se definía anarco, pero no acomodado como esos mariquitas. Eso dijo o recuerdo que dijo. Uno podría repetir la misma fórmula de cada novela creada y sacar de ello la satisfacción de una obra bien hecha, pero esa no es la ambición, lo era el cuerpo de Marianna, pero ahora que lo tuve ya no me interesa y me siento tan asqueado. No volveré a meterme con la primera fulana que me guste; no volveré a beber tanto; no volveré a meter tanto; inútil. Y si Roth te quiere comer, ¿te dejarías?... López tiene una fijación con los escritores y el sexo. Se vuelve fastidioso. Mi cabello está desordenado y trato de peinarlo. Reviso las notificaciones en el móvil. Ningún mensaje. Todo amor se olvida fácil. Todo hedor se quita con el tiempo. Siento deseos de que me chupen la polla. De quedarme gimiendo y apretando la cabeza de Marianna contra mi cuerpo para que la trague toda, para que mi clímax sea su gruñido ahogándose. Para que correrme sea su camino al vomito. La besaría. No me importaría. Me ha dado lo más hermoso y mi cuerpo en apariencia delicado jugaría bajo la ducha limpiándola. Marianna y la misma cara de anoche, llena de ira por todo. Me comería su coño bajo la ducha pero eso es lo que quisiera en este momento. Mi cuerpo no responde. Ni siquiera estoy seguro de conseguir una erección. Ni siquiera estoy seguro de estar consiente en este momento. Marianna se levanta y me da un golpe en el brazo. ¡Levantate maricón!... dice, fin de la magia.    

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