martes, 28 de febrero de 2017

sin título




Al recordarlo... disfruté más la primera vez que me masturbé que la primera vez que estuve con alguien.

Las sensaciones fueron diferentes.

La primera vez que me masturbé estaba solo en casa, recostado en la cama, tendría alrededor de catorce años, tenía el pene erecto. No sabía muy bien qué hacer con él. Una amiga disfrutaba dejándome ver sus senos, no me dejaba tocarlos. Una vez llegó a desnudarse frente mío. Le gustaba que la viera. Era tímido, no forzaba la situación y atendía a la regla que imponía. Veía sin la posibilidad del tacto. En ella pensaba la primera vez que me corrí sobre la cama. No saqué el miembro, ni lo tomé en mis manos, entonces no sabía cómo hacerlo. Todos hablaban de esto en el colegio, pero yo lo ignoraba. Doblé la almohada, la puse bajo la pelvis, estaba acostado boca abajo, e hice lo que había visto y practicado con algunas compañeras en el colegio sin llegar nunca a terminar.

Movía la pelvis, frotaba el pene erecto con la almohada. Lo hacía sin encontrar fruto en ello, pero persistía. Una sensación fue creciendo. Un adormecimiento empezó en las manos, lentamente se extendió hacia el centro del abdomen. La sensación era reconfortante, me excitaba e inhibía la razón. No pensaba en nada, sólo quería seguir y seguir. Pensaba en aquella chica, en su coño limpio, hermoso y en sus senos frescos.

La respiración se agitaba. El adormecimiento recorrió el cuerpo hasta hacerse una sensación tibia, dulce. Una bocanada de aire salió expulsada de mi boca. Tuve una sensación increíble, que no puedo comparar con nada, y me corrí.

Pensé en la risa de una compañera de colegio cuando mostró la ropa interior bajo su falda a cuadros. Me quedé pensando en aquello.

El cuerpo sintió tal desbordamiento de energía que quedó allí como si hubiera sido noqueado en un ring. No podía levantarme sin sentir un cosquilleo por todo el cuerpo. Tuve una risita estúpida en lo que quedaba del día, esta provocó una pelea con mi padre. Fui al baño y tomé algo para limpiarme. Tomé la almohada, quité su funda y la eché en el lavado.
Jamás volví a sentir aquel adormecimiento, ni aquel estallido desde el abdomen, ni aquel fuego tibio que me sobrecogió.

La primera vez que tuve sexo no sabía qué hacer. Entre la primera masturbación y la primera vez hay alrededor de un año. Fui a un motel barato (también fue la primera vez que fui a uno). Era mayor que ella pero ella se veía mayor que yo. Comenzó a hacerme sexo oral. Decía en mi interior, “así que… así es cómo se siente”. Ella lo hacía, en lo que calificaba como, “bien”, pero que luego entendí no había sido más que una felación tonta y patética. Ella sacaba el pene y lo volvía a meter sin succionarlo, sin jugar con su lengua, tenía algún tipo de repulsión por el semen, se detenía mucho para limpiarlo, había en ella mucho más asco que placer, sin embargo, no entiendo por qué se ofreció a hacerlo.

Disfrute mucho aquello a pesar de todo.

Subió sobre mí, la tomé del trasero. Tenía los senos al aire, eran enormes. El pene se deslizo suave hacia dentro. Comenzó a moverse y gemir. Volví a repetirme en mi interior, “con que… así es cómo se siente”. Lo disfrutaba, su coño era tibio, húmedo, además la sensación de otro cuerpo excedía por mucho el placer solitario. Además está lo que con el tiempo se aprende, pero entonces no tenía idea de ello.

Me corrí demasiado pronto. Pedí excusas, lo intenté de nuevo, y los nervios desinflaron la verga. Ella fue al baño, me quedé riendo estúpidamente. Cuando volvió dijo que quería dormir un poco, no tuve nada que contestar. El motel lo habíamos tomado por 12 horas, toda la noche, había imaginado esto de manera distinta.

La verga respondió minutos después, se irguió y penetró aquel coño limpio y hermoso. La conciencia, de nuevo, se esfumó. Veía entrar la verga en ese coño, como si fuera un primer plano de una película porno, veía los senos enormes moverse, agitarse. Ella gemía y pronto comencé a hacerlo también.

Pensé en cómo debería hacerse, ¿dejar salir el gemido como lo sentía o matizarlo para no sonar extraño? El gemido de un hombre es algo que desaparece del imaginario. Me deje ir en algo parecido al gruñido de un animal. Sentía algo hermoso. Un fuego tibio pero lejano.


Me corrí sobre su abdomen. Ella estiró su mano y lo esparció sobre su cuerpo. Me tumbé en la cama. Me observaba en el espejo del techo, desnudo, agitado, cansado. “¿Te ha gustado?”, preguntó ella. “Así que de esto se trata”, me repetí en silencio.



miércoles, 8 de febrero de 2017

Buenos días querido vacío



Uno. Cerca del 2012 o 2013, no lo recuerdo bien, comencé a leer el new wave vomit. Era una web que recogía, con pocas exigencias formales, textos de diferentes autores. De los cientos de autores se cuentan muchos de los que luego fueron los nombres más sonados de la alt lit. En ese tiempo yo no estaba en internet. O estaba, pero de otra forma. Luna Miguel fue de las poquísimas personas que leí en internet hablando sobre estos autores. La editora de new wave vomit era Ana Carrete, con el tiempo y la lectura, nos hicimos amigos. Antes de los hangouts de los perros, tuvimos una conversación con ella, en realidad perdíamos el tiempo, y conocimos más lo que antes sólo habíamos visto en internet. Si tienen paciencia pueden ver las ocho horas de ese directo, y conocer a otros escritores con los que entonces nos la pasábamos bien. Y si traigo este tema hoy es porque recientemente hablé con Ana, no nos hablábamos hacía meses, y me contó que new wave vomit había cerrado, y que todos los autores y textos que alguna vez lo ocuparon, habían desaparecido. cerrado new wave vomit, cerrados los perros, cerrada la alt lit, podemos decir que ya ha finalizado un ciclo, un momento, un instante del que quedan bueno y malos recuerdos.      

Dos. El new wave vomit se vio en español en editoriales pequeñísimas de argentina coordinadas por personas como Jacob Steinberg y Lolita Copacabana, en ediciones como la antología Vomit, coordinada por Luna Miguel en España. En algunos tantos blogs en los que lectores atentos hacían traducciones y hablaban de esto. iniciativas como la de Tenían veinte años y estaban locos, editado por Luna miguel, nacen de ahí. Hoy tenemos muchas más webs y blogs que hacen recopilaciones de autores. Y antes de new wave vomit también habían una cantidad considerable. ¿Qué cambiaba? Parecía ser la primera vez que quienes escribían encontraban quien los leyera. Había comunidad.      

Tres. Alrededor de 2015 mi computador se dañó, el disco duro murió con decenas de libros que había descargado de aquellos días. Textos, traducciones, libros raros que no volvería a encontrar. Hoy en día se siguen editando textos, siguen apareciendo traducciones nuevas, los autores jóvenes se hacen cada vez más viejos, y se pierden la batallas del día a día. la literatura se va, el amor se nos va, la literatura llega y el amor vuelve. Es mejor no creer en el amor, sino creer en amar. No creer en la poesía como algo en sí misma, sino como el camino al otro, sea esto un lugar, una personas un estado, lo que sea. De alguna forma la imposibilidad de comunicarnos y crear redes, la soledad y el vacío, nos empujan un poco a estallar en este tipo de escrituras, de lecturas. No crean en la verdad, sólo en la lectura que los apasione. Estas son como unas bonitas palabras, viendo todo atrás, todo lo que se ha ganado y se ha perdido. Todas las cosas que pudieron ser posibles y no, todo este mundo tan complicado y absurdo, viéndolo desde aquí, a esta hora, y con esta ansiedad, no se ve tan mal. de no haberlo hecho habríamos estado un poco más aburridos. Sólo un poco.      

Cuatro. Lo irónico del asunto, y lo que me da risa/nostalgia y llanto/risa, es que aunque esté todo como en este vacío en el que pendemos. En esta especie de estancamiento, bueno, recién el año pasado conocí a Kevin Castro, y probablemente en un par de días conozca en persona a Luna Miguel. Sucede justo cuando ya nos han declarado muertos, o cuando ya nos importamos un poco menos. luego de haber pasado los momentos más duros, luego de discutir y querernos y odiarnos y de todo lo que conlleva estar en relación con otras personas. Todo lo toxico que puedas llegar a hacer, lo infantil y lo caprichoso como persona. Luego de que todo se fuera al diablo, y luego volviera. Luego de la euforia, sucede esto. Pequeñas lluvias, pequeñas risas. Y esto también debe ser el fin de un ciclo, el cierre de algo, y el escapar a otro. Explorar, y seguir esta especie de aventura, que no lleva a nada en particular.       

Un abrazo.


23 de enero, 2017.