jueves, 30 de junio de 2016
Salvarse
"¿Por qué lloras?"
"No lo sé".
"¿Cómo no vas a saber?"
"Ya lo sabes, mejor".
"Recuéstate aquí".
"El otro día entré a chatubarte a buscarla".
"¿Cómo?"
"No a ella, a un cuerpo que se le pareciera"
"Es importante eso"
"Creo que sí"
"¿Había algo?"
"Sí"
"¿Y qué hiciste?"
"Fingir"
"Eso está bien. A nadie en la vida le gusta lo verdadero"
"Debo construir algo más, una historia más. Siento que muero"
"¿Te gusta si hago esto?"
"Ahhh, Dios"
"¿Sabes? la vida está llena de estas cosas, no te preocupes"
"Lo he pensado. Sucede que la vida es una. Es corta. Es aburrida. Es como la televisión en los días festivos"
"¿Así te gusta?"
"Sí"
"No tendré otra oportunidad"
"Tú qué sabes"
"Lo sé"
"Quizá en unos años..."
"En unos años nadie será el mismo, todo será distinto"
"Mírame"
"Habrán pasado mis mejores años no donde deseaba"
"¿Qué sabes tú de los mejores años?"
"Lo sé... lo he leído"
"Leer no es vivir"
"Vivir tampoco es vivir"
"Tú qué sabes"
"La vida es aburrida"
"¿Y eso te deprime?"
"No"
"¿Entonces?"
"La vida se vivirá hacía adelante pero se comprende hacía atrás, en sentido contrario"
"¿Qué quieres decir?"
"Todos quieren vivir y tener experiencias porque en el caso hipotético de la reflexión futura sobre la vida debe existir una interpretación y un resultado. El final. Debe decirnos algo, ya sabes, construir un epitafio razonable"
"Todos queremos decir que tuvimos una buena vida, ¿Qué con eso?"
"Es el final"
"¿Quieres que me quite esto?"
"Sí"
"Mírame"
"La vida no tiene sentido si esperamos a vivirla para sentirnos bien, Es decir, es un poco como esperar que la muerte nos defina. Quiero vivir, quiero tener lo que quiero ahora, no puedo, es imposible y eso duele"
"Déjame ayudarte"
"La vida debe definirme"
"¿Cómo crees que te define este momento?"
"Dímelo"
"No soy ella pero finjo serlo"
"Debo fingir que vivo"
"Pero, ¿disfrutamos este momento o fingimos disfrutarlo?"
"Lo disfrutamos"
"Cuando me vaya, ¿qué harás?"
"Escribir"
"Si se puede disfrutar lo que se finge, ¿cómo saber si disfrutamos de algo real?"
"No lo sé"
"Quizá esperas a que pase el tiempo, ves hacia atrás y te respondes"
"No quiero hacerlo"
"¿Tienes miedo?"
"Ah, ¡Dios!"
"..."
"..........."
"¿Así?"
"Sólo quiero pensar que he vivido"
"¿Igual que ahora?"
"Igual que en este momento"
"¿Te gusta?"
"¿Cuántas veces hemos hecho esto?"
"¿Fingir?"
"¿Cuánto llevamos en este juego?"
"No lo sé, tampoco me importa, estaré el suficiente, hasta que pidas parar"
"¿Sabes mi nombre?"
"Te llamo como quiero que te llames"
"La vida es aburrida"
"Lo es para todos"
"¿Es ese Tommy Lee en la televisión?"
"Sí"
"¿Te gusta mi nuevo corte de cabello?"
"No"
"Mírame"
"¿Dejarás que me quede esta noche?"
"Sí... sólo este momento, Podemos olvidarlo todo luego"
"¿Me invitarás un helado?"
"Sí"
"Eres todo lo que quiero"
"Tú qué sabes"
lunes, 20 de junio de 2016
III
El
final, pero… cómo: Todo va en círculos, estoy solo y quiero permanecer así. La
distancia. La gente ama las vanguardias que son contestatarias o que son fieles
políticas de los desposeídos. Siempre he pensado que hay en esto algo de
romanticismo, y es mucho mejor sólo haber leído a quienes admiras que llegar a
conocerlos. Las viejas glorias y vanguardistas se convierten en tipos gordos y
acomodados que van a hablar igual que un padre de familia. Y van a reproducir
los mismos pensamientos por los que saliste del hueco que llamabas hogar.
Anoche hablaba con un tipo que conocí sobre esto, sobre lo enclaustrada que
está la literatura. Pegada de la institución y de círculos que no se abren. Que
te piden carné de poeta para entrar o cierto tipo de conocimiento previo para
poder disfrutar. Valdría la pena irse y desaparecer. Pero la vida es una cosa
rara que no entiendo. Ayer leí a alguien las cartas de Joyce a su amante y fue estupendo.
Siempre me han gustado esas cartas, he tratado muchas veces de poder escribir
algo así. Tan ansioso y sucio; ansioso y temeroso. Le escribí luego a CM contándole
lo que me había pasado, estaba alucinando y con el cuerpo aún sudoroso. Incluso
si lo quisiera esto no va de sexo. Va de la literatura, de Verastegui y
Pimentel, de cómo disfruto leerlos pero odio escucharlos opinar sobre lo que
sea. Porque no creo en la contestación desde la literatura a nada. No creo en
contestación alguna. Creo que nada vale la pena y que hacer algo o nada es lo
mismo, pero que entre esas dos prefiero hacer algo. Lo que me salga de la puta
imaginación. Y anoche hablaba de eso también, de cómo aprecio las palabras de
Williams a la imaginación en spring and all. Pero también hablé de Grillet y de
Blanchot. De que no entiendo la mayoría de la poesía que leo. Así que a la
final, ¿a quién le importa? Uno habla por hablar y dice tonterías todo el
tiempo. Regalé una edición de los poemas a Laura de Petrarca a un niño que vino
a casa para que le ayudara en una tarea, como si no existiera internet. Sin
embargo, todo esto va de que quiero cerrar esto, acabar esto. Y por eso he
llegado hasta aquí. Pero, nada. Ayer me dijeron que me amaban. El final. Cerrar
algo es complicado. Cerrar una puerta. Azotarla, no. Azotarla no. Salir y no
volver a mirar atrás. Anoche volvía a casa muy tarde y disfruté las luces
naranjas de las calles. También me puse increíblemente triste. Sin embargo,
fumé algo de hierba en un parque. Un hombre pasó y me pidió un poco y yo le
dije que se sentara a mi lado. Que le dejaría un poco. Así lo hizo. Me habló de
la calle y de su familia. Yo movía la cabeza, como si asintiera a sus palabras.
Me han dicho que quieren algo conmigo y he dicho “tenme paciencia”. Me han
dicho ven aquí conmigo y he dicho “iré”. Dos tipos me han escrito pidiéndome sexo
y les he dicho amablemente “no”. Son algo como amigos lejanos, también poetas.
Estar solo. Todo va en círculos. Ave Soul es un libro increíble pero escuchar a
Pimentel es algo patético. Anotar, “La distancia es algo imposible de resolver”.
Estoy aquí solo y no sé si quiero permanecer más así. Los setenta dejaron en
Perú Hora Zero y en Colombia algunos vestigios de cine y literatura con
Nadaístas y el grupo de Cali. Andrés Caicedo y Guerrero… Guerrero el otro día
insultaba a alguien a la afueras de un bar. Le dijo a Diana, la única chica que me entiende, que era muy
linda. Nos reímos. Esa es la vanguardia. De ella se salvaron Gonzalo Arango y
Andrés Caicedo al morir. Mejor morir lleno de ideales frustrados que convertirse
en un viejo gordo que declama poesía con un sueldo que pone el gobierno. No
creo en nada que no sea la obra de las manos. El propio oficio. Pero esto
también es absurdo, aunque suene bonito y deba anotármelo por ahí para ponerlo
en boca de algún personaje. O para comentarlo con López y El Rata a ver qué
dicen. Aunque se burlarán. Ellos son la vanguardia, así lo creen, idiotas…
quizá debería salir. No. A Ver, quería decir que… ¿Cómo explico este tríptico? La
vida nunca te da lo que quieres. Aunque quién sabe. Joyce escribe Ulises y puso
diferentes estilos en cada capítulo. Esto de una novela pensada en el estilo lo
tenía en la cabeza también Flaubert. Y digamos, de algún modo, en los
escritores posmodernos norteamericanos. La forma, ya no la historia o la anécdota, sino ¿cómo contar? Y así. Eso me gusta. Aunque bueno, tengo hambre. Debería comer
algo.
miércoles, 15 de junio de 2016
II
Estoy afuera de tu casa.
Te digo que tiro piedrecitas a la ventana por
un mensaje de texto. Dices que siga, has estado esperando. Sabemos a qué
venimos. Sin embargo, es distinto. Bebemos y nos contándonos nuestra historia
reciente. Reímos cuando encontramos ironías, o suponemos encontrarlas.
Es muy tarde cuando nos besamos, acaricio el
lunar que tienes en el cuello.
Dices que te gusto desde hace tiempo.
Me besas y rodeas.
Enredo los dedos en tu pelo.
Has quedado sola en casa con tu hijo y el
corazón roto. Mi historia pasa de superflua a comparación de la tuya.
Este día llueve. Dices que esto te gusta, a
mí también, digo. Escuchamos la lluvia juntos. Dormimos poco. A la mañana
siguiente me dedicas canciones y bailas mientras yo trato de desayunar. Te
conté de mis planes. Me contaste de los escapes a la escuela de arte siendo
joven. Este día no salimos, ni el siguiente.
Siento que sano.
Nos sentamos en la cama y hablamos del amor.
Sobre si existe el verdadero amor, o amor como tal. No nos sabemos contestar, nos
contamos que tampoco ninguna de nuestras parejas anteriores nos ha dicho nada
de esto.
Es una ficción, pienso, algo que se construye
para crear un mundo que parece mejor al que vivimos. Que sea una ficción no
significa que sea menos real; que se articule como una forma de narrar sólo
potencia la realidad. Pero esto lo pienso, no lo digo. Te estoy besando y
acariciando.
No sé cuan borrachos nos pusimos o qué tanto
reímos.
Lo que hicimos fue compartirnos la vida y al
hacerlo, reestructurar los hechos que nos dolieron; se justifican, siguen lastimando
o molestan o llenan de ira.
Un abrazo. Otro. El beso. El sexo. La lengua
recorre el cuerpo. Jadeo y gimo mientras mi boca se abre y mi cabeza se inclina
hacia atrás. No hacemos nada más.
Los arcos narrativos siempre deben
justificarse porque si no, no tienen valor o no son necesariamente consecuentes
con una tensión o un pulso en el texto. De esto hablaba hace días con López
quien estando sobrio es un poco más pasable que borracho. Tanto leer y anotar
para nunca crear nada. Para que en trozos de papel se queden anotadas las ideas
de lo que nunca se construyó. Al igual que las ilusiones se cambian
constantemente, y van de un sitio a otro reformulándose y con ellas, la vida. Es
esto lo que vi en el rostro de cada persona a la que visité las últimas tres
semanas. La necesidad de poder contar algo, la frustración de no saberse
construir.
Esto es lo que hacemos juntos mientras
hablamos tirados en el sofá, desnudos. Tanto leer a Kerouack para tener miedo a
salir de la comodidad. ¿En cuántas narraciones tenemos a un tipo bloqueado frente
a la hoja en blanco que decide salir sin rumbo y termina narrando este viaje? Es
bastante común y banal. Cuántos cuerpos unidos el uno al otro amándose.
Me gustan tus canciones en la mañana; Fever de Lee, I'm into you de Faker, Come to me de Bjork. Tu
cuerpo sobre el mío y nuestra playlist invisible.
Ya hemos estado acostumbrados a la ofensa en
público y al halago en secreto. Este es nuestro juego. Lo disfrutamos. El Rata
se burlaría del mí por pensar y creer estas cosas. Uno come y se larga, chao,
mijo, así de sencillo. Dice él. Siempre me cago de la risa con esto. El Rata no se quiere ni el mismo. Yo estoy
sanando.
Me gustas, dices.
Eres preciosa, digo.
Volvemos a dormir juntos.
sábado, 11 de junio de 2016
I
En verdad no sé cómo llegué hasta aquí. Tengo el buzo roto y
los pantalones desabrochados. Aún tengo la billetera. Recuerdo que era la tarde
y El Rata estaba sentado junto a la estatua del centro de la plaza. Bebía y
hablaba de literatura con López. Eran punketos que reían por todo y caminaban
deprisa por todas partes como si estuvieran embalados. Seguro lo estaban.
También lo estaba yo, les di la mano, saludé al Flaco y a Escobar que estaban
sentados en una banca cercana. La chica, la nueva, Mariana. Esa. Está en
toples tirada en la cama. Qué fastidio el dolor de cabeza. Voy al baño y me
quedo frente al espejo y tomo una foto para instagram. Postnoche: cocaína,
marihuana y sexo. Aunque lo del sexo no lo recuerdo. Siento ganas de meterme
bajo la ducha pero no lo hago. Me quedo recostado en la pared. En la tarde con
los punketos, maricas esos, ¿dónde estarán?... hice lo que no hacía en años.
Vuelvo a la cama. Cubro el cuerpo de Mariana con la sábana y me quedo recostado
sintiendo ganas de dormir pero sin conseguirlo. Mi cuerpo permanece despierto y
alerta pero no siente la energía para moverse. También tiene la ilusión de que
estando allí hace muchas cosas como que se levanta, va al baño, orina de nuevo,
luego come algo y bebe mucha agua. Un río de agua que se desborda por la boca y
moja los pies. Ahí los muevo. En el charco imaginario en mi cabeza y sonrío. La
cama es dura y la habitación no me parece familiar. Qué calor hace. Mi cuerpo
suda. El cuerpo de Marianna también, moja la sábana. Sus tetas no cabían en mis
manos anoche. Bebí cerveza de ellas. Ese es el hedor que viene del suelo. La
cerveza regada y ahora seca. Quizá debería levantarme e irme. Anoche López me
preguntó a quién preferiría chuparle la polla, a Borges o a Becket. A Borges pensé,
pero seguro no se le pararía, así que dije Becket. Todo lo absurdo es marica,
dijo López y yo me reí no sé por qué si no me hizo gracia porque sentía que se
burlaba de mí. Dijo que él no era tan marica como para chuparle la polla a
ninguno de esos hijueputas, pero que sin duda le prestaba a su novia. El Rata
se río y Mariana le dio un golpe en la cabeza. Se reía el muy hijueputa. Mira
que vender a su novia. Bebimos. El Rata parecerá idiota, pero anoche estaba
inspirado. Hablaba con versos de Gonzalo Arango. Pero nadie fue tan inteligente
para decirle a qué poemas pertenecía cada una de sus palabras. Él también era
poeta, aunque no nadaísta. Se definía anarco, pero no acomodado como esos mariquitas.
Eso dijo o recuerdo que dijo. Uno podría repetir la misma fórmula de cada
novela creada y sacar de ello la satisfacción de una obra bien hecha, pero esa
no es la ambición, lo era el cuerpo de Marianna, pero ahora que lo tuve ya no me interesa y me siento tan asqueado. No volveré a meterme con la
primera fulana que me guste; no volveré a beber tanto; no volveré a meter tanto;
inútil. Y si Roth te quiere comer, ¿te dejarías?... López tiene una fijación
con los escritores y el sexo. Se vuelve fastidioso. Mi cabello está desordenado
y trato de peinarlo. Reviso las notificaciones en el móvil. Ningún mensaje.
Todo amor se olvida fácil. Todo hedor se quita con el tiempo. Siento deseos de
que me chupen la polla. De quedarme gimiendo y apretando la cabeza de Marianna
contra mi cuerpo para que la trague toda, para que mi clímax sea su gruñido ahogándose.
Para que correrme sea su camino al vomito. La besaría. No me importaría.
Me ha dado lo más hermoso y mi cuerpo en apariencia delicado jugaría bajo la
ducha limpiándola. Marianna y la misma cara de anoche, llena de ira por todo. Me
comería su coño bajo la ducha pero eso es lo que quisiera en este momento. Mi
cuerpo no responde. Ni siquiera estoy seguro de conseguir una erección. Ni
siquiera estoy seguro de estar consiente en este momento. Marianna se levanta y
me da un golpe en el brazo. ¡Levantate maricón!... dice, fin de la magia.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)