sábado, 19 de noviembre de 2016

Mis clases con Hebe Uhart


Uno. Esto comenzó hace algo así como tres semanas. Estaba en Bogotá porque sí. Estaba allí porque no quería seguir en el lugar en el que estoy ahora, desde donde escribo. Escapé para volver. Pero hace tres semanas estaba caminando por la séptima en Bogotá a contravía de una marcha por la paz de los estudiantes de la Universidad Nacional. Creo, si no estoy mal, que tengo una o dos fotos de los estudiantes marchantes. En la séptima con veintiséis, por ahí, queda el Hotel Tequendama. Ahí me dirigía. Ahí comenzó todo, aunque realmente debería decir que comenzó ese mismo día a la noche. Muy tarde. Es el mismo día en que hablé por teléfono con C. por un par de horas, estaba algo extrañado por un texto en el que le echaban mierda, bueno, a mí también. El asunto es que a mí me dio risa, pero él se sintió raro. Y luego de colgar me puse a leer. O tal vez esto comenzó antes, mucho antes de decidir venir aquí. En el Tequendama estuve charlando con Mariano Blatt. Hablamos de la literatura argentina, del mundo editorial, de poesía, de Cesar Aira, de Saroyan, de Katchadjian y de otros escritores que para mí son ídolos. Para él, compañeros de oficio. Mariano Blatt es uno de los creadores de la editorial Blatt & Ríos. Conseguí algunos de sus libros antes de despedirnos. Si quisiera poner nombre a este párrafo, que también es este día, bueno, lo titularía: Mariano Blatt.   

Dos. Aquí la historia es distinta. Pertenece, en primer lugar, a Liliana Villanueva. Es arquitecta. Mi ignorancia acerca de ella es casi total. Lo que sé es que ha estado, con algunas ausencias, desde 2003 en el taller de escritura de Hebe Uhart. Liliana es escritora. Presta su voz a Uhart, Liliana se convierte en Uhart. Resultado de este desdoblamiento corpóreo nace un libro que editó Blatt & Ríos hace exactamente un año: Las Clases de Hebe Uhart. Un libro de reflexiones sobre la escritura y el escritor. En el prólogo Villanueva advierte que escribirlo fue un reto. Tomó todos los apuntes de clase, todos los recuerdos posibles y se sentó a dar forma al libro. Y aquí es donde la historia deja de ser Liliana Villanueva. Ahora es Hebe Uhart, son sus reflexiones sobre Felisberto Hernández. Sobre la literatura argentina, sobre el arte de la ficción y la crónica de viaje. "Al principio traté de diferenciar y respetar su voz, encomillando bajo citas las frases que sacaba de mis apuntes. Pero mientras avanzaba, me di cuenta de que más de la mitad del texto estaba entre comillas. La voz de Hebe se impuso", dice Liliana.  El libro explica de forma muy sencilla el arte de la escritura. Imposible de ser escrito desde otro lugar que no fuera la voz de la propia Uhart, Villanueva desaparece mientras escribe. Uhart, es al final, el gran descubrimiento. No Liliana. Aunque sin duda le debo algo enorme. Le debemos, debería decir.       

Tres. Hebe Uhart nació en Argentina en 1936. Ha escrito poco más de doce libros, la mayoría de relatos. Es una escritora impresionante, como la mejor Joy Williams o una Lidya Davis, quizá una Didion (Fogwill dirá Silvia Ocampo y Gandolfo dirá Lispector, Levrero o Felisberto... etc). Es una mujer de una frescura en el lenguaje que te sobrecoge, y sus personajes en las crónicas de viajes son del tamaño del mejor Di Bennedetto. Aunque toda comparación termina siendo odiosa, y valdría más decir que es única; ella es única, que lo es. No hay forma de hablar de Uhart sin sentir que algo adentro que se enciende. Una especie de emoción, primero por el descubrimiento, segundo por el poder de su narrativa. La precisión de la palabra y la narración impecable que te atrapa. No es que deba leerse, es que debemos conocerla. En las clases de Hebe Uhart, Liliana Villanueva escribe, quizá mejor decir, Hebe Uhart enseña, "Escribir es una artesanía extraña donde es necesaria e imprescindible la conexión con uno mismo, ya que el que va a escribir debe aprender a acompañarse, a desdoblarse de alguna manera siendo a un mismo tiempo el personaje que siente siente y el otro, el que observa a ese que siente o que está viviendo algo". Leerla es conocerla. Eso es suficiente para nutrirte en el camino que llevas.

Cuatro. Al final estoy yo de nuevo. Sentado en una habitación que hiede. Repasando las paginas del libro de las clases de Uhart. Cargándolo en la mochila y sacándolo en medio de las fiestas para decir a quienes me rodeaban que he encontrado el amor. Que por fin una biblia que vale la pena. Estoy yo sintiéndome conmovido al leer sus relatos en este cuarto del que salí en Cali y volví sintiéndome mejor. Sintiendo ganas de salir al centro, fumar y tomar un café. Y caminar. Porque es lo que suelo hacer cuando necesito pensar. porque es lo que te hace Uhart, te hace pensar, te enseña. Aunque debería decir, Liliana, nos enseña. O quizá deba decir, Mariano, me enseña. O quizá deba decir, que la vida, pateándote el culo, enseña. Uhart es una de las mejores lecturas que he podido tener, quizá sólo comparada a la sensación que me produjo Postales de Invierno de Anne Beattie, o cualquier cosa que pueda leer de Aira.  


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