“El Sótano del Cielo”, el libro de relatos
de Saúl Álvarez Lara, fue editado por el fondo editorial de la EAFIT (2003), bajo
la categoría de ficción “Antorcha y Daga”. El libro cuenta con nueve relatos.
Todos estos relatos tienen algo en común, son relatos que se construyen en
forma de enigma, cada relato se narra así mismo, no como un juego
metaficcional a la manera en que encontramos otros relatos en su blog lamarginalia.com. son,
para decirlo, la mano que se dibuja a sí misma. Hay una búsqueda y exploración
bajo esta forma, en la que difiere el relato “El periódico De Un Día”, que
suena más a un relato policial. Hay muchos antecedentes que han jugado con esta
forma extraña de narrar y de hacer que el relato se cierre en sí mismo, un gran
escritor en este estilo es Borges (La ruinas circulares). Pero en Italo Calvino
también encontramos rastros de esta forma, por ejemplo en Las Ciudades
Invisibles se juega constantemente con este tipo de argumentos que se cierran
sobre sí. Hasta algunos cuentos de Ray
Brandury se proponen de esta forma. Se resume muy bien el libro en una frase de
Vladimir Maiakovski al principio del mismo: Me
ocurrieron cosas. O, yo les ocurrí a ellas.
Saúl Álvarez Lara es también autor de el libro de cuentos "Recuentos", "Teatro Leve". Las novelas "La silla del otro" y ¡Otra Vez!. Es además también editor de la revista Ficciones que cuenta con la participación de Darío Ruiz Gómez y Fernando cruz Kronfly, ambos escritores colombianos han publicado obras de importancia para le país como Hojas en el Patio y Las Cenizas del libertador.
Un recuento del libro El Sótano en el Cielo:
Llegó: Un hombre llega a un hotel,
nos cuenta que le gusta viajar por el mundo para descubrir aromas y sabores. Mientras
espera la habitación habla con el recepcionista. Este, el recepcionista, le
cuenta la historia de un titiritero que al igual que él espera la habitación.
En seguida se cede la voz, que pasa de la primera persona del protagonista, a
la voz del recepcionista a la voz del titiritero que es mencionada de forma
indirecta y directa por el recepcionista. El titiritero hace un viaje mental a
través de las aromas durante diferentes periodos de su vida, llega hasta “una
cuna cubierta con un tul transparente”. Pero no sólo eso, también hay un olor a
pólvora que crea incertidumbre sobre la muerte de su padre. La narración
constantemente juega en ir y venir en los diferentes niveles de la narración,
el narrador del principio, el recepcionista y el titiritero. Hay simetría y
paralelismo en la historia del hombre que espera y el titiritero que se
descubre al final como el mismo ser que
narra y es narrado.
La pesadilla: En este relato también se
intenta llegar a una narración en tres niveles, asistimos a la narración de una
narración de una narración, un loop infinito. El juego metaficcional es
divertido y mucho más preciso en los niveles narrativos. El argumento se repite
tres veces, un editor literario trabaja en un relato en el que un hombre
comienza a sufrir de claustrofobia a los ascensores a raíz de una pesadilla.
Siente, cada vez que entra a uno, que morirá aplastado por este, pero en el
momento ultimo despierta de la pesadilla. Pero la narración se va confundiendo
con sus vivencias personales. Los tres personajes que viven lo mismo son
Luis, Alberto y Juan. Ante la evidencia
de correlación entre los textos la lógica dice que leamos a ver que dice el
final, en que termina esto, y allí la sorpresa.
Estatua: “Soy una obra de arte,
estoy en la calle y no me muevo”, así comienza este relato en el que un hombre,
que hace de estatua en los parques y plazas pidiendo monedas, nos cuenta su
vida. Es una narración en primera persona. Un día, mientras se organiza para
volver a casa alguien lo llama, y le dice: “Desde cuando lo vi el primer día,
cuando hizo el papel del autor de cartas, quise escribir un cuento sobre usted.
Aquí está, léalo. No, no me diga nada, si le gusta monte un número con él”.
No hay muerto
malo: Nos
cuenta lo que hace la propietaria por tener lleno su restaurante. Está narrado
en tercera persona, aparece de manera lineal, no hay juego metaficcional. Pero
sí hay un camino muy medido, por parte del autor, hasta lograr un climax de
sorpresa al final. Al modo de que lo explica Piglia, aquí se cuentan dos
historias, pero sólo de una tenemos la evidencia.
El Periódico
de un día:
está dividido en tres partes, cada una narrada desde un punto de vista
distinto. La primera parte está narrada
en tercera persona, pero está focalizada la historia desde Mora. Este busca en
los periódicos de su vecino, tomándolo sin permiso, los clasificados. Necesita
un empleo, y usa esa excusa para explicarse. Sin embargo se da cuenta de algo,
cada día el periódico que llega a su puerta es el mismo. La segunda parte de la
historia está narrada en primera persona. Es narrada por el vecino de Mora, a
quien este le robaba los periódicos. A saber, el cuerpo de Mora es encontrado
muerto en su apartamento, se presume suicidio, pero no hay claridad. El
discurso del vecino de Mora discurre del interrogatorio del investigador. La
tercera parte es narrada por el investigador, quien nos dejará al final con una
revelación que aunque aclara el misterio inicial, deja más preguntas que respuestas.
Un final abierto, un relato entretenido y con niveles de suspenso buenos en
algunos fragmentos.
Diario de un
desvelo:
Un narrado en primera persona, un hombre, nos cuenta que sufre de un insomnio
terrible. Vaga por la casa, cada vez que va al cuarto ve como su mujer duerme
plácidamente, le ve sonreír repetidamente mientras él sufre. La mujer
despierta. Ya imaginaran que sucede. Sí, eso. Por eso este relato no es tan
bueno.
¡Ojo, cámara,
acción!:
Un hombre mayor, que no tiene una buena visión, de repente parece adquirir una
supervisión. Puede enfocar a voluntad, igual que las cámaras de televisión (a
la que es un aficionado total). Fantasea con ser un superhéroe. Bedoya, como se llama el hombre, al final
despierta. Ah.
El Arte del
clasificador:
La clasificación de todo lo que se pueda. Categorizar el mundo si es posible.
Ese es el deseo de León. Este relato recuerda aquel otro, mucho más corto, de
unos cartógrafos que quisieron cartografiar el mundo tal cual el mundo es. Sólo
que aquí se trata de clasificar objetos, cosas, persona (tal vez), cualquier
cosa. Y llenar libros con aquellos datos, aun hacer una clasificación sobre los
libros que proveen una clasificación de los objetos.
El sótano del
cielo:
este es el relato que da nombre al libro. Es un relato en primera persona. En
este, una persona llega a habitar un sótano. Hay una historia que el
protagonista no comprende y que va de un aniversario de una fiesta. Todos lo
tratan con confianza aunque él nunca ha visto a ninguno de ellos. Y dónde queda
el sótano: “- Porque estamos en buenos Aires, respondió César, pero no en el
buenos Aires que todos conocen, creen conocer, se imaginan o quisieran haber
estado alguna vez. No, ése ¡no! Éste es el buenos Aires que llamaron así porque
queda ¡más arriba del cielo!, dijo exagerando”. Es un relato entrañable, que al
finalizar deja un sabor agridulce en la boca, eso es bueno.
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