Es un espacio
reducido, en su interior no cabe absolutamente nada, al mismo tiempo lo es todo y nada. Algo tiene que suceder, y un día
estalla como la cabeza del hombre que tomó el cuchillo y apuñaló a su mujer 35
veces en el abdomen. Crimen pasional llamaron al asesinato en los medios. Crimen
pasional. Ella lo provocó: celos, engaños, insultos; Un cuchillo: sangre en la alfombra, vacío.
La mujer saluda
amablemente al tipo de la tienda. Al pagar, él le estrecha la mano, ¿hasta
cuándo?, dice él. Ella sonríe. Tienen una pequeña conversación en la ella que se queja de su marido. Él trabaja como
oficinista, nadie tiene un mal concepto suyo, es el tipo de hombre puntual, servicial y amigable que toda empresa quiere. No muy divertido, pero diligente. Completa 15 años en el mismo empleo. Ella recrimina que no le de lo suficiente para vivir bien. Él no gana mucho, lo justo, que es poco, a decir verdad.
Un espacio vacío,
incapaz de ser llenado.
La primera bofetada
vino en febrero. Él no recuerda muy bien el porqué. Ella sí: Mintió sobre ir
donde su hermana. El desquite, como lo llamó él, vino en mayo. Regreso temprano,
halló a su hijo solo en casa. “Perra”, la llamó aquella vez cuando la vio
entrar por la puerta con una sonrisa. Comenzaron las discusiones. En junio el tipo
de la tienda dejo encargado a su primo del negocio. La invito a ella a dar un
paseo, un asunto de negocio, así aprende, necesitan dinero, ¿no?... sus palabras
sonaron comprensivas, la persuadieron. Su marido aceptó con recelo
aquello. Los asuntos de negocios para ella comenzaron a hacerse frecuentes.
Él debió viajar a
Bogotá en julio, un asunto laboral. El vuelo se canceló por mal tiempo. Volvió
a casa. Encontró a su hijo con una joven de quince años, su vecina, según explicó la chica. Él no la había visto en su vida. Su mujer regresó tarde, se sobresaltó al verlo,
discutieron. Él pregunta sobre el lugar dónde estaba metida. Ella contesta diciendo
que si le está plantando trampas, ¿qué tipo de mujer piensas que soy? Se insultaron
por un par de horas. Él comenzó a llegar temprano, sin avisar, a casa. La
chica de quince años estaba siempre allí, cuidando a su hijo. Es simpática,
linda, viste faldas muy cortas. Tiene una risa que, en lo particular, le encanta.
Comenzó a ser gracioso y divertido, contaba chistes para hacerla reír.
Ella no vino en
un par de noches en agosto. Junto a su cama la chica de quince años se planta y pregunta
si así está bien. Perfecta, contesta él. Ella sonríe.
En noviembre su
hijo tiene un accidente en la escuela. Los directivos llaman al número de la
madre. Ella no responde. Llaman al número del padre, como sugiere el protocolo.
Su padre, lo recoge y lo lleva a casa. Ella está a medio vestir. ¿Con quién
estabas, perra?, pregunta él. Con nadie -responde ella-, me acabo de levantar. ¿Y
el trabajo?, pregunta él. Hoy no debo ir, contesta ella. La
abofetea. Comenzó a beber todas las noches. Dejó de hablarle a su mujer. Su
hijo dormía con la luz encendida.
En la noche del
dos de diciembre llegó muy borracho a casa, era la madrugada, ella estaba
sentada viendo la televisión, esperándolo, había dejado el trabajo, se había
dedicado a su hijo por completo en esas semanas.
-Lo sé todo -dice él-, la vecina me lo ha contado.
-Ya vas a creer
las palabras de una culicagada- dice ella.
-Esa culicagada
es más mujer que vos- dice él.
Ella le empuja, trata
de golpearlo.
Su hijo despierta,
se cubre con las cobijas por completo, de los pies a la cabeza.
Él saca el
cuchillo.
Un espacio vacío,
diminuto, que un día estalla.
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