martes, 4 de febrero de 2014

Una lista de escritores que hago mentalmente mientras escribo esto

El humo del cigarrillo danza hasta desvanecerse, girando, elevándose por encima de nuestras cabezas. Guardo silencio mientras todos conversan; sueltan un chiste y ríen. Apenas si dibujo una sonrisa. Me levanto de en medio de la mesa, habrán unas veinticinco personas, todos escritores y artistas, yo no, vine porque encontré un tuit que me invitaba. Soy el nuevo entre un montón de gente con historias en común sobre viajes a Europa y por Sur América. No he viajado mucho. Bebo la cerveza parado en la acera. Un tipo está tirado en el andén, su rostro está ensangrentado y un par de auxiliares de policía tratan de ayudarlo. Llaman una ambulancia pero no llega. La cerveza está fría. No vuelvo a la mesa, me quedo viéndola de lejos. Tengo una sensación extraña en el estómago. Doy una calda al cigarrillo, tomo camino calle arriba, no me despido. Una mujer joven más adelante me sonríe, la miro fijamente hasta que se siente incómoda, sonrío. La noche es cálida, como suelen serlo en esta ciudad, no es novedad, lo que sí es novedad es el silencio que la acompaña. Camino sin dirigirme a ningún sitio. No pienso en algo como un lugar al cual ir, pero sí que tengo que terminar en cualquier parte. Voy susurrando los nombres de escritores como si repasara una lista de algún evento importante. Los invoco en mitad de la noche con el sabor mezclado de la cerveza y el cigarrillo. Entre ellos cuelo el mío, lo pongo delante, atrás, en medio, casi al final... lo dejo discreto en algún lugar, camuflado entre otros nombres o avatares. Atiendo al camino, dejó de lado mi pensamiento; soñar es algo bastante sofisticado para alguien que camina sin rumbo.

Un tipo a unos diez metros delante de mí en una esquina me hace señas. Siento como si recibiera la inyección de algo frío por todo mi cuerpo, luego una sensación incomoda en el pecho. Comencé a sudar. Pensé que aquel tipo me atacaría para robarme, pero al acercarme, fingiendo que no tenía temor, me di cuenta que trataba de venderme drogas. ¿Qué estás buscando, viejo?, me dijo. Nada, le conteste. Tengo lo que necesitas -me dijo- ¿qué estás buscando?, me pregunto de nuevo. Me detuve un segundo, saque otro cigarrillo, mientras lo encendía le dije que la noche estaba muy callada y solitaria. Hizo un gesto de vendedor en mala racha. Viejo, pensé que era el único que lo notaba, estoy asustado; no he vendido nada. Sonreí. El tipo me pidió un cigarrillo, luego me insulto y me dijo que me fuera de por ahí. Seguí caminando. En realidad me sentía bien, aquella inyección ahora se sentía bien, me reconfortaba y me pareció escuchar en alguna parte el estallido de una galaxia; amigo, esto es la vida. Camine hasta encontrarme con un bar ruidoso en el que tocaban rock. Un montón de jóvenes de cabello largo bebían cerveza sentado en los andenes. Entré al bar pero estaba muy lleno. Pedí una cerveza y la bebí allí mismo, parado, viendo cómo se comportaba la gente, sonriendo. Luego salí y continué caminando. Cuando un padre muere se supone que debe dejar algo a sus hijos, su herencia, el fruto de una vida de trabajo. Eso escuche durante mi infancia en las reuniones bíblicas. Hay poco tráfico y cruzo la avenida. Herede deudas, con ellas, las llamadas presionando el pago por parte de los bancos. No hay nada que podamos hacer, ellos lo saben, nosotros lo sabemos, pero aun así no cesan las llamadas, preguntan por mi madre o por mí. La palabra que más repiten es “embrago”, ya deje de darle la importancia que tenía antes. Tengo sed.

Cuando era niño me quedaba frente a la televisión viendo dibujos animados, hacia listas en mi mente; Hugo, Los Motoratones de Marte, Las Tortugas Ninja, Los ThunderCats, Los Super Amigos, Los Super Campeones, Power Ranger. Eventualmente la lista cambiaba, crecía o se achicaba dependiendo la preferencia del momento. Imaginaba sentado frente a la televisión, muy cerca; esa es la razón de mi miopía, según me lo ha recriminado mi madre todo este tiempo. También he hecho listas de video juegos, las comencé cuando llegó a casa el Family, y luego el Super Nintendo; Super Mario Bros I, II, III, Super Mario World, Super Metroid Fusion, MegaMan I, II, III, IV, X, Mortal Kombat, II, III, Kirby Super Star, The Legend of Zelda, A Link to de Past. La lista fue creciendo conmigo, junto con la llegada de otras consolas. Y esto es abrumador, tanto tiempo enfrente de lo que sea mediando entre la contemplación y el ocio. Contengo el aire un momento. Siento que mis pies se están agotando, me arden. Me incomodan los zapatos, suelto el aire y levanto la vista al cielo nocturno con sus estrellas tan brillantes y tan significativas en otro tiempo. No sé nada de ellas. Es extraño lo silencioso que está todo y lo vacío. Veo extenderse la calle adelante con algo de niebla que la opaca, o tal vez sean mis lentes empañados por la humedad. 

Quiero seguir adelante pero giro a la izquierda. En la esquina hay un cartel de un tipo que se lanza al Congreso, es propaganda vieja, por lo menos de unos cuatro o cinco años. Las mujeres que han estado conmigo también han pertenecido a una lista que digité en mi ipod, y que luego borre por precaución cuando tuve una novia muy celosa, sin olvidarla aun la sigo repasando mentalmente.  No sé por qué acostumbro a hacer ese tipo de cosas. La semana pasada mamá contesto su celular y comenzó a fingir un acento del campo, decía que era mi empleada y que no sabía cuándo volvía, decía que ella era la señora del aseo y que no sabía nada de mi paradero. Mientras hablaba fuerte y con ese acento raro como entre boyaco y caucano yo estaba en la otra habitación riéndome a carcajadas por lo que hacía. Doña Olga, le grite luego, nombre que había usado con una cobradora que me buscaba, doña Olga un tintico, por favor, le decía y no podía parar de reír. Ella también comenzó a reír luego de colgar. Nos reímos juntos un buen rato. Luego nos sentamos en la cama en silencio. Le conté sobre las historias que estaba escribiendo en el taller de escritura creativa, ella fue por un tinto y luego me escucho largo rato, con su mirada atenta, sin pronunciar palabra. Creo a decir verdad que nos sentamos en la cocina. Veo una pareja que viene de frente. Los veo cansados y con sus trajes sudados, sonriente abrazados, probablemente habrán bailado toda la noche. ¿Qué hora es? ¿Cuánto he caminado?  
  
El último libro que compre lo tengo sobre la mesa sin leer, no querido abrirlo, no tengo aun el tiempo para dedicarle. El trabajo me está quitando mucho tiempo. No sé cómo organizarme, en algún momento sé que todo mi tiempo estará dedicado a la escritura, o eso creo. Estaré alejado y tranquilo escribiendo y escribiendo, leyendo y compartiendo literatura. Haciendo de esto algo muy real; no otros mundos, no universos distintos; este, el mismo, y único convertido en una noche de buenos libros y música. Esa fantasía de ser feliz sentado a la mesa escribiendo, esa imagen nostálgica que la verdad no sé de dónde viene, si de los malos documentales o las añoranzas de los poetas, esto brilla de irrealidad. A casa llegó hace poco una máquina de escribir Hermes Baby 1940s, es la favorita de Steinbeck pero no he leído mucho a Steinbeck y eso poco me importa, pero en internet encontré una fotografía de Burroughs junto a una de esas y entonces me ha parecido genial aquella anacrónica novedad. Me he sentado a improvisar con ella, usando hojas usadas. Soy Gillespie, y Parker juntos sobre el escenario, improvisando, escribiendo, haciendo música con su tac tac tac tac tac adictivo. Escribo que estoy en un bar desecho de la calle 10 en el centro de Cali, bebiendo una cerveza tibia a las cuatro de la tarde de cualquier día. Hay un hombre en otra mesa con una mujer robusta y mal trajeada. Se ven felices, y el cantinero sirve algunas copas de ron mientras el sudor gotea desde su barba a una de ellas. Veo hacia afuera, las personas suben y bajan frente a la calle con el pudor de ver hacia adentro. Tengo un revolver al cinto, me dicen El Sherif y soy quien acaba con la plaga que viene del barrio Sucre. Ayer mataron a mi mejor amigo. Sé quién lo hizo,  espero para matarlo, viene aquí siempre, sólo debo esperar. Este es el único camino que tengo, y lo único que sé hacer.



Luna Miguel Antonio J. Rodriguez Andrés Felipe Solano Juan Cárdenas Javier Moreno Tao Lin Ben Brooks Ricardo Limassol Jacob Steinberg Ana Carrete Jordan Castro Enerto Castro Alberto Sánchez Galeano Mira Gonzalez Fabian Buelvas Juan G. Sánchez Daniela Prado Jarett Kobek Richard Cheim Juan Alvarez Andrés Arias Dorothea Lasky Marie Calloway Megan Boyle Tristan Landeros Natalia Litvinova Power Paola Andrés Neuman Junot Diaz ....

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