Va tarde, lo sabe, ¿qué tanto?, es lo está por descubrir. Lleva los auriculares puestos, el autobús va atestado de gente. Escucha Atom heart mother de pink floyd. Sabe la canción dura tanto como el recorrido. Así, invariablemente de lo que suceda, descenderá en la parada que le corresponde en el mismo momento en que esta termine. Esto no se debe a la eficiencia de la ruta o el servicio de transporte, el cual nadie estaría en desacuerdo de calificar como una mierda, sino a que contiene, invariablemente, todos los contratiempos posibles que la retrasan. Años anteriores el mismo recorrido sólo tomaba 10 minutos. Esto se escribe también en el tiempo que dura la canción y terminará, invariablemente, en el mismo momento que ella. Hace esto todos los días al volver. Una señora, con un bolso muy grande, lo pisa. Una expresión de malestar enseña su rostro, sin embargo, no gira para ver a la señora y decirle con la mirada cuánto le molesta ni reniega ni hace nada, acepta todo con estoicismo. Esto es así.
Mientras escucha la canción le molestan las notificaciones del chat de facebook informándole que Claudia le escribe. Está apretado entre la señora del bolso grande y un viejo que hiede a cigarrillo. En este momento ha empezado el solo de guitarra. Mueve su pie, el ritmo lo induce. Pisa a alguien en el tercer movimiento hacia arriba y abajo de su pie izquierdo. Mira para disculparse. Es una chica de buen aspecto. Se disculpa. Se dice que nunca la había visto en esta ruta ni a esta hora. Va agarrado del pasamanos superior. Sus manos están arriba, aunque no del todo la izquierda, allí lleva el celular. Cada tanto ve a la pantalla. Así sabe que las notificaciones son de Claudia. Ve la hora pero le es indiferente, sabe que va tarde y que invariablemente todo acabará junto con la canción de pink floyd. Se han reproducido apenas 7 minutos. El bus gira en la esquina del comercio, se adentra en el barrio. Como a 200 metros hay una parada de autobús. Allí se detiene porque alguien oprimió el timbre. Una persona cruza por atrás suyo, lo empuja hacia adelante. Recuesta su cuerpo contra la chica hermosa a la que no ha dejado de ver, pide de nuevo disculpas, trata de decir que no ha sido su culpa, son los malestares invariables de esta ruta. En este momento la canción que se reproduce en su teléfono y que viaja a través del cable de los auriculares para sonar en sus oídos llega al punto del coro gregoriano. Él está viendo a la chica a los ojos durante ese instante en que alguien cruza por atrás suyo y el se recuesta y pide disculpas. Por un momento piensa que ese momento es mágico; sus miradas encontrándose, el coro de fondo, todo muy angelical. Sin embargo, mientras tiene este pensamiento, alguien lo golpea en la cabeza.
Ya casi, se dice. Cierra los ojos, escucha volver el solo de guitarra. Se imagina por un momento tocándolo. Él es Gilmore. Se deja llevar. Mueve un poco su cuerpo, baila levemente. Es inevitable, siempre lo hace cuando llega a este momento. Probablemente sea el minuto 12 o 13.
Recuerda que va tarde, así que vuelve a la realidad, a esta, la del viaje en autobús a través del barrio donde ha vivido los últimos 15 años de su vida. Se queda viendo a través de la ventana. Tiene recuerdos de su infancia, recuerda haber corrido por una y otra calle. Haber visitado a una chica o dos, haber vencido en un partido de fútbol en aquel parque. La chica hermosa le pide un permiso, se levanta. Se baja en la próxima parada en la que el autobús se detiene. Se le queda mirando el culo. Piensa que en verdad nunca la había visto. Va tarde, pero no puede hacer nada. Invariablemente la ruta de autobús durará lo que dura la canción reproduciéndose. No le queda más que refugiarse en ella, esta es el tiempo, el único.
La canción de pink floyd se divide en 6 momentos. Tal vez haya el mismo número de paradas en la ruta de autobús. No lo sabemos porque no las hemos contado todas. Hemos mencionado simplemente dos porque han sido de importancia en la historia. Retomemos: la persona que cruzó atrás suyo empujándolo hacia adelante. La chica de aspecto hermoso. El viejo con olor a cigarrillo se sentó en el puesto de la chica hermosa. Una adolescente con un morral de hello kitty. Una parada en la que alguien timbró para bajarse, en la que el autobús obedeció pero nadie lo hizo. Se pierde todos esto momentos porque se concentra en la canción que escucha. La adolescente se bajó mientras él tenía cerrados los ojos e imaginaba que era Gilmore. Los sonidos se vuelven átonos, se orquestan trompetas, suena como a caos. Lo disfruta. Está cerca a la parada, la suya, lo sabe, también que va tarde, lo que no sabe es cuánto, eso lo descubrirá en los próximos momentos. La canción suena con un sonido de violín, o violonchelo, y es nostálgico.
El bus se ha desocupado un poco, esto le da posibilidad de que pueda soltarse y acomodarse para leer los mensajes de Claudia. Abre la ventana de chat en su teléfono, lo primero que ve es un emoticón que llora. Sube, ¿ya llegaste?, pregunta ella. ¿Dónde estás?, ¿te esperamos?, hoy ha sido un lindo día, te quiero. La canción llega al punto de coros sublimes, se anuncia la próxima parada. Ve que hay una notificación más. Acerca su dedo y toca. Se extiende la pantalla de notificaciones, alguien te ha mencionado en un comentario. Toca con su dedo para leer, tal vez es algo por lo que voy tarde, piensa... sabe que invariablemente se sentirá como una mierda, que tendrá que pedir disculpas. En este momento acaba la canción. No hay mucho que podamos decir para justificar esto, justo como Andrés.
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