
Recientemente he escuchado hablar mucho de Manhattan Transfer
y he querido hacer un comentario, algo minúsculo y sin ninguna perspectiva.
Primer capítulo en Manhattan Tranfer: Embarcadero… Un tipo llega en un barco,
inmigrante. Una familia tiene su primer bebé, curiosamente la enfermera lo
confunde, hay muchos niños y todos son iguales. Los padres de los niños
trocados se encuentran, pero no por ese asunto, celebran la nueva vida, un
nuevo hijo, un nuevo camino. Un hombre camino a casa ve un cartel de Gillette y
decide comprar una; es la imagen del nuevo hombre, uno que tiene el rostro rasurado y dinero en el
banco. Ya antes un joven había preguntado por Broadway. ¿Qué ha sucedido?
Probablemente sólo un montón de situaciones, sin relación, y que se seguirán repitiendo. Pero cualquiera que
atienda a dos cosas verá la intensión: 1) El libro fue escrito en 1925, lugar
de 2) la transformación de los Estados Unidos, a finales del siglo XIX y principios
del XX como potencia económica, New York se convirtió en el centro de negocios
del mundo.
Sin duda la centralidad de Manhattan Transfer es la ciudad,
una ciudad que crece, con ella sus ciudadanos, y con los ciudadanos la historia
y el pensamiento de los norteamericanos. Se ha construido en una especie de
pequeñas historias durante la narración: pequeñas crónicas, la objetividad delinea
la narración, que estéticamente es lo más evidente. La novela está escrita de
manera objetiva, refiriéndose esencialmente a los hechos, o a la descripción de
imágenes. Muchos de sus personajes hoy nos suenan como estereotipos;
inmigrantes, comerciantes, artistas que buscan Broadway, gente hambrienta de
éxito. Pero para la época era el día a día de un país que crecía y demandaba
mano de obra. Eso hace icónica la novela, habla del esplendor y circulo sin
salida que se convierte una ciudad en auge. Hay un panóptico; sus muchos
personajes toman cada detalle.
El nuevo horizonte que abre el primer capítulo: Las cosas
han cambiado, ha nacido una nueva nación. El norteamericano es distinto. Ese
sentimiento está presente en la narrativa de aquella generación de escrotores a la que perteneció Dos Passos, por
tanto no es un capricho el retratar de tal forma la ciudad, el poder político y económico. Más allá de la exploración formal en la
escritura, hay la interpretación a un momento importante para los Estados Unidos.
El Gran Gatsby por poner un ejemplo, muestra al nuevo dandi; tiene dinero,
poder, ama las fiestas y las mujeres bellas, no tiene por qué ser un brillante
intelectual, sólo debe saber comportarse en sociedad. Y ese personaje es al que
aspira nuestro hombre en la farmacia comprando la Gillette; ser el nuevo
hombre, él que tiene dinero en el banco. Y este puto es esencial, los bancos
que llevarían a la crisis en el 29 son la ley. Y eso tampoco es extraño. Ya Pound
desconfiaba de ellos y parte de su participación en el fascismo italiano se
debe a que estaba convencido que, en el poder los acabarían. Una audacia que
sabemos en qué terminó. Por tanto la ciudad no es más que lo que es, lo que es
nombrado, y la narración que parece no decirnos nada nos lo dice todo.
En entrevista en el Paris Review Dos Passos menciona el, cómo
tal vez la escritura de la novela comenzó un poco como las películas de la
época, entre ellas El Nacimiento de una Nación. El creció en New York. Conoce
el sentimiento de Progreso que hay en los americanos. Keurac describiría el del
movimiento jazz en la ciudad, o Don DeLillo en Cosmopolis nos da un Nueva York mucho
más convulso y en el que la sistematización económica llevará, al clic de un
ordenador, al caos del centro financiero. En las tres se describe de manera
distinta la ciudad; hay una estética diferente en la narración. Keurac muestra
la efervescencia, el estrepitoso sonar del jazz que conquista las masas, es más
biográfica o autoficción. DeLillo, la jugada del poder financiero. John
Dos Passos parece decir: la ciudad es un gran negocio.
Tal vez me equivoque la nombrar estás novelas, otros
ejemplos serían mucho mejor. El auge prometedor que nos abre la novela, se va
convirtiendo al adentramos en una trampa sin salida. Entrada la novela veremos
lo lindo del sueño americano:
–
Estoy harto de esta cochina ciudad… En todas las partes del mundo pasa lo
mismo: la policía moliéndonos a palos, los ricos explotándonos con sus míseros
jornales, ¿y quién tiene la culpa…? Dio cane! Ustéd, yo, Émile, todos tenemos la
culpa.
– Nosotros no hemos
hecho el mundo… Son ellos los que lo han hecho, o Dios quizá– Dios está de su
parte, como un policía… Cuando llegue la hora mataremos a Dios… Yo soy
anarquista” (Pag. 50)
La
ciudad, esperanza de una mejor vida; un tópico común. Así que vivir en ella es
ir, como un péndulo del éxito al fracaso, del tener dinero a perderlo. Lo que
es un sueño… que jamás se alcanza, y hay que partir de nuevo a cualquier sitio:
– ¿me deja
usted subir?
– ¿A dónde
va?
– No sé…
bastante lejos.