lunes, 2 de septiembre de 2013

Sobre una esperanza que no existe o ya es costumbre y ha perdido cualquier sentido y aun así no se dice nada.

Tiene su boleto de la lotería en la mano izquierda, está frente al televisor con el rostro sin expresión. Es de noche, la luz de la sala está apagada y todo es oscuro excepto el rostro del hombre; se iluminan con las imágenes de su Sony LCD de 42 pulgadas. En la mano derecha tiene el control remoto. Espera sin ánimo, se esfuerza para quedarse despierto, fue un día difícil de trabajo. Su mujer duerme en la habitación, lo había llamado un par de veces antes sin lograr persuadirlo, siempre permaneció en silencio y ella recibió aquello igual que un grito de ¡Cállate!. En cualquier momento transmitirán el sorteo, lo sabe demasiado bien. En la televisión hay un reality show; un grupo de jóvenes con camisetas negras luchan por convertirse en actores de verdad, donde "actores" significa tener un buen cuerpo y un buen rostro. Ninguno saldrá de allí siendo un actor, esa es una realidad que inventan. El hombre frente al televisor no piensa nada.


-Creo que Alejandra quiere hacerte ver mal, exageró en toda medida su reacción.
-Era una broma, y ahora seré la mala del paseo.
-Cálmate. Ya verás como todo saldrá a tu favor, el país entero te está viendo… las cámaras no mienten.
-....
-Ya tenemos una razón para ponerla en peligro de salir está semana de la casa.
-¿Lo crees?
-Sí. Mira, hablemos con los demás y verás cómo están a tu favor, ella exageró la reacción y quiso gritarte por ser desconsiderada con su problema de salud, pero todos sabemos que es mentira; ella no sufre de nada, lo inventa cada vez que quiere llamar la atención. Lo hace para hacerse coger lastima.
-....
-Este país abusa de tener buen corazón y siempre vota para proteger la gente que aparenta ser débil.
-Es muy astuta, entonces.
-Sí, por eso te digo que no te deprimas, todos sabemos que fue sin mala intención, estoy segura que los muchachos te apoyarán y mira, con el voto de Andrés, Carlos, el tuyo y el mío son cuatro… cuatro de nueve que somos.
-Y los demás, aún estamos en desventaja.
-A ella nadie le hace caso, si quisiera mandarte al juicios de los televidentes necesitaría mínimo cuatro votos más y Carolina particularmente la odia desde que entramos aquí.
-Ella también estaría de nuestra parte.
-Ves, ya somos cinco… no te preocupes, afuera la vida es más dura.
-Tienes razón… ¿cómo estará mi mamá?
-Debe estar viéndote… mejor mándale un saludo y volvamos al cuarto, es hora de dormir un poco.
-....


El aire en la sala está viciado. Sólo se escuchan las voces del televisor. No sucede nada, el reality con bajo rating ha obligado a la productora a extrapolar ciertas minucias en las que los jóvenes -con camisetas negras con sus nombres impresos sobre ellas con letras blancas- pareciera que se quieren matar uno a otro. El editor y la jefe de redacción le dan cierta significancia a cualquier cosa que se considere una mala actitud forzando el contenido. Así todos piensan que se odian cuando en realidad juegan. Los pocos televidentes se trasnochan comiéndose las uñas porque Alejandra es indefensa, tiene un problema de salud desde chica, es pobre y su familia espera que gane para darles un mejor futuro; Patricia en cambio es una modelo ambiciosa con buen cuerpo, bonita cara, moral dudosa, parece que mira a todos por encima del hombro. Todo es un juego de cámaras, de unir algunas imágenes de aquí y allí para lograr una historia que interese. Nadie quisiera ver un grupo de chicos aburridos de sí mismos, acostados todo el día pensando que todo será mejor en el futuro.

El hombre tiene en su cabeza un pensamiento que se ha quedado estático; la imagen de un dragón devorando una mujer mientras soldados apostados a ambos lados -unos con indiferencia hacia la bestia- lo atacan.

Aprieta el botón para cambiar de canal, echa un vistazo rápido al canal de cine. Tiene una camisilla blanca, hace calor. En la habitación su mujer está cubierta con las cobijas como si la atmósfera allí fuera muy fría. Ella también ha tenido un día difícil. Viniendo de hacer las compras en la tarde tuvo que dar una vuelta por una calle extraña porque venía alguien a quien le debe dinero. Pasando por esa calle elevó cierta oración pidiendo protección, ella cree que funcionó porque no sucedió nada y pudo llegar a casa sin ningún problema. Arregló toda la casa en la mañana, limpió los trastos sucios porque el hombre, su hombre como solía llamarlo cuando estaba reunida con Nancy y Karina (esa amigas que la vida de casada le ha obligado a dejar) había invitado a un par de amigos a cenar la noche anterior. Está dormida, a profundidad no, cada tanto abre un ojo para ver si su marido ha vuelto. No se ha acostumbrado a que cada miércoles y sábado se quede frente a la pantalla esperando algo -con una certeza que no sabe explicar a su marido, primero por no querer dejarle sin esperanza, segundo, la convertiría en ave de mal agüero y no quisiera los reproches del hombre cuando gane, si gana, algo- que les cambie la vida.


-Te lo juro, ella lo hizo a propósito, quiere matarme o volverme loca.
-Creo que estás exagerando Alejandra.
-Todo es parte de su estrategia para ponerlos en mi contra, ¿no lo ven?
-¿Vas a empezar a llorar?
-Déjame, la gente ve como me están haciendo quedar mal, ella sabe que lo hizo a propósito.
-Alejandra, cálmate… ven, vamos por un vaso de agua.


En cualquier momento darán el sorteo de la lotería, revisa uno a uno los números en el papel de su mano izquierda. Medita su elección. Nunca juega el mismo número, un jugador con una esperanza muy férrea lo haría, le tendría fe a un número en vez que a la misma suerte. Él elige los números de forma cabalística; recordando hechos importantes, direcciones, la noticia en el periódico, alguna página de un libro,los une, los examina; él siente que compone una pequeña melodía y debe ser perfecta. Está cansado, aun así espera. Lleva en su cabeza la melodía de aquellos números, cree que debió haber jugado el 9 en lugar del 8. Espera no lamentarlo.

Cuando llegó a casa le dijo a su mujer que todo, esta vez sí, cambiará. Como siempre, contestó ella mientras ponía la mesa. La comida se enfrió, le entretuvieron las noticias. Su mujer tenía poca fe. Pensaba abandonarlo, pensaba. El hombre comió frente a la mujer, ella estaba en silencio. La mesa era sencilla, de madera con un mantel blanco. Satisfecho se sentó frente al televisor, la mujer hizo lo suyo; recogió los platos, limpió la mesa y apagó la luz. Se fue acostar, desde su cama llamó a su marido. Mientras lo hacía escuchaba como una joven gritaba en la televisión, música de suspenso, algunas personas discutiendo, pausa para comerciales; ese programa de televisión es demasiado estúpido, dijo antes de quedarse muda como su marido.

El sorteo de la lotería comienza.

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