Tiene su boleto de la lotería en la mano izquierda, está frente al
televisor con el rostro sin expresión. Es de noche, la luz de la sala está
apagada y todo es oscuro excepto el rostro del hombre; se iluminan con las
imágenes de su Sony LCD de 42 pulgadas. En la mano derecha tiene el control
remoto. Espera sin ánimo, se esfuerza para quedarse despierto, fue un día
difícil de trabajo. Su mujer duerme en la habitación, lo había llamado un par
de veces antes sin lograr persuadirlo, siempre permaneció en silencio y ella
recibió aquello igual que un grito de ¡Cállate!.
En cualquier momento transmitirán el sorteo, lo sabe demasiado bien. En la
televisión hay un reality show; un grupo de jóvenes con camisetas negras luchan
por convertirse en actores de verdad, donde "actores" significa tener un buen
cuerpo y un buen rostro. Ninguno saldrá de allí siendo un actor, esa es una
realidad que inventan. El hombre frente al televisor no piensa nada.
-Creo que Alejandra quiere hacerte ver mal, exageró en toda medida su
reacción.
-Era una broma, y ahora seré la mala del paseo.
-Cálmate. Ya verás como todo saldrá a tu favor, el país entero te está
viendo… las cámaras no mienten.
-....
-Ya tenemos una razón para ponerla en peligro de salir está semana de la
casa.
-¿Lo crees?
-Sí. Mira, hablemos con los demás y verás cómo están a tu favor, ella
exageró la reacción y quiso gritarte por ser desconsiderada con su problema de
salud, pero todos sabemos que es mentira; ella no sufre de nada, lo inventa
cada vez que quiere llamar la atención. Lo hace para hacerse coger lastima.
-....
-Este país abusa de tener buen corazón y siempre vota para proteger la
gente que aparenta ser débil.
-Es muy astuta, entonces.
-Sí, por eso te digo que no te deprimas, todos sabemos que fue sin mala
intención, estoy segura que los muchachos te apoyarán y mira, con el voto de
Andrés, Carlos, el tuyo y el mío son cuatro… cuatro de nueve que somos.
-Y los demás, aún estamos en desventaja.
-A ella nadie le hace caso, si quisiera mandarte al juicios de los
televidentes necesitaría mínimo cuatro votos más y Carolina particularmente la
odia desde que entramos aquí.
-Ella también estaría de nuestra parte.
-Ves, ya somos cinco… no te preocupes, afuera la vida es más dura.
-Tienes razón… ¿cómo estará mi mamá?
-Debe estar viéndote… mejor mándale un saludo y volvamos al cuarto, es
hora de dormir un poco.
-....
El aire en la sala está viciado. Sólo se escuchan las voces del
televisor. No sucede nada, el reality con bajo rating ha obligado a la
productora a extrapolar ciertas minucias en las que los jóvenes -con camisetas
negras con sus nombres impresos sobre ellas con letras blancas- pareciera que
se quieren matar uno a otro. El editor y la jefe de redacción le dan cierta
significancia a cualquier cosa que se considere una mala actitud forzando el
contenido. Así todos piensan que se odian cuando en realidad juegan. Los pocos
televidentes se trasnochan comiéndose las uñas porque Alejandra es indefensa,
tiene un problema de salud desde chica, es pobre y su familia espera que gane
para darles un mejor futuro; Patricia en cambio es una modelo ambiciosa con
buen cuerpo, bonita cara, moral dudosa, parece que mira a todos por encima del
hombro. Todo es un juego de cámaras, de unir algunas imágenes de aquí y allí
para lograr una historia que interese. Nadie quisiera ver un grupo de chicos
aburridos de sí mismos, acostados todo el día pensando que todo será mejor en
el futuro.
El hombre tiene en su cabeza un pensamiento que se ha quedado estático; la
imagen de un dragón devorando una mujer mientras soldados apostados a ambos
lados -unos con indiferencia hacia la bestia- lo atacan.
Aprieta el botón para cambiar de canal, echa un vistazo rápido al canal
de cine. Tiene una camisilla blanca, hace calor. En la habitación su mujer está
cubierta con las cobijas como si la atmósfera allí fuera muy fría. Ella también
ha tenido un día difícil. Viniendo de hacer las compras en la tarde tuvo que
dar una vuelta por una calle extraña porque venía alguien a quien le debe dinero.
Pasando por esa calle elevó cierta oración pidiendo protección, ella cree que
funcionó porque no sucedió nada y pudo llegar a casa sin ningún problema.
Arregló toda la casa en la mañana, limpió los trastos sucios porque el hombre,
su hombre como solía llamarlo cuando estaba reunida con Nancy y Karina (esa
amigas que la vida de casada le ha obligado a dejar) había invitado a un par de
amigos a cenar la noche anterior. Está dormida, a profundidad no, cada tanto
abre un ojo para ver si su marido ha vuelto. No se ha acostumbrado a que cada miércoles
y sábado se quede frente a la pantalla esperando algo -con una certeza que no
sabe explicar a su marido, primero por no querer dejarle sin esperanza,
segundo, la convertiría en ave de mal agüero y no quisiera los reproches del hombre cuando gane, si gana, algo- que les cambie la vida.
-Te lo juro, ella lo hizo a propósito, quiere matarme o volverme loca.
-Creo que estás exagerando Alejandra.
-Todo es parte de su estrategia para ponerlos en mi contra, ¿no lo ven?
-¿Vas a empezar a llorar?
-Déjame, la gente ve como me están haciendo quedar mal, ella sabe que lo
hizo a propósito.
-Alejandra, cálmate… ven, vamos por un vaso de agua.
En cualquier momento darán el sorteo de la lotería, revisa uno a uno los
números en el papel de su mano izquierda. Medita su elección. Nunca juega el mismo número, un jugador con una esperanza muy férrea lo haría, le
tendría fe a un número en vez que a la misma suerte. Él elige los números de
forma cabalística; recordando hechos importantes, direcciones, la noticia en el
periódico, alguna página de un libro,los une, los examina; él siente que
compone una pequeña melodía y debe ser perfecta. Está cansado, aun así espera.
Lleva en su cabeza la melodía de aquellos números, cree que debió haber jugado el 9 en lugar del 8. Espera no lamentarlo.
Cuando llegó a casa le dijo a su mujer que todo, esta vez sí, cambiará. Como
siempre, contestó ella mientras ponía la mesa. La comida se enfrió, le
entretuvieron las noticias. Su mujer tenía poca fe. Pensaba abandonarlo, pensaba. El
hombre comió frente a la mujer, ella estaba en silencio. La mesa era sencilla,
de madera con un mantel blanco. Satisfecho se sentó frente al televisor, la
mujer hizo lo suyo; recogió los platos, limpió la mesa y apagó la luz. Se fue
acostar, desde su cama llamó a su marido. Mientras lo hacía escuchaba como una
joven gritaba en la televisión, música de suspenso, algunas personas
discutiendo, pausa para comerciales; ese programa de televisión es demasiado
estúpido, dijo antes de quedarse muda como su marido.
El sorteo de la lotería comienza.
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